UNA REPÚBLICA BANANERA

Luis F. Linares López

Ante los reiterados alegatos de fraude electoral por parte de Donald Trump, tenazmente sostenidos y nunca comprobados, un senador estadounidense dijo que el comportamiento de Trump era propio de una república bananera.  Después de los desmanes cometidos en el Capitolio por los partidarios de Trump.  Y haciendo un paréntesis, cabe señalar que igual a lo sucedido en el Congreso en Guatemala, los vándalos gozaron de la complicidad de las autoridades encargadas de proteger el recinto.  No cabe duda que las mañas son las mismas cuando se trata de políticos sin escrúpulos.

El 7 de enero, un día después del asalto al Capitolio, el expresidente George Bush dijo que fue causado por el comportamiento imprudente de algunos líderes políticos –  el silencio y complicidad de muchos líderes republicanos con la postura de Trump – y que esa era la forma cómo se disputan los resultados electorales en una república bananera.

Resulta entonces que esa expresión despectiva, utilizada para referirse a países centroamericanos y del Caribe, ampliamente utilizada desde las primeras décadas del siglo XX, sigue en el imaginario de mucha gente en Estados Unidos, como un arquetipo que define a un Estado disfuncional y capturado por intereses espurios.

Luego que el diario “The Guardian” dijo que Brasil, en la antesala de los Juegos Olímpicos de 2016, parecía más una clásica república bananera que una economía emergente con posibilidades de ser una de las principales del mundo, un artículo de BBC Mundo recordó el origen del término y su significado. Fue acuñado en 2004 por un escritor estadounidense,  William Porter, que utilizó el seudónimo de O. Henry, en un cuento titulado “El Almirante” y luego en la novela “Repollos y reyes”, que se desarrollan en un país imaginario denominado “Anchuria”, y que todos asimilaron a Honduras, donde residía Henry cuando escribió las citadas obras.  Se aplicó a los países que cayeron bajo el virtual control de la United Fruit Company (UFCO), convertida en un verdadero “imperio del banano”, como se titula un clásico estudio sobre las bananeras. 

El termino, de acuerdo con un segundo artículo de BBC Mundo, de 2017, hace referencia, antes y ahora, a un país pobre, inestable, corrupto y poco democrático, que se mueve al vaivén de los intereses extranjeros.  Desafortunadamente Guatemala sigue haciendo “honor” a ese desafortunado apelativo.  No predominan los intereses de compañías como la UFCO, las ferrocarrileras o las petroleras, pero sí los intereses y apetitos de un sector empresarial que se comporta como las también clásicas oligarquías cafetaleras del siglo XIX.

Es otro reto para la sociedad guatemalteca lograr un Estado social democrático de Derecho, al servicio del bien común, liberarlo de las garras de la corrupción y definir un tipo de sociedad donde se reduzcan significativamente la escandalosa desigualdad que impide el progreso económico de los sectores populares y de las clases medias, para sacudirnos de ese infamante sambenito.