UNA AMENAZA GLOBAL

Luis F. Linares López

Dado que los Estados Unidos son una potencia global, un segundo período de de Donald Trump es una amenaza global. Y para los centroamericanos es una amenaza letal, porque con nosotros se cumple aquella frase de “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca los Estados Unidos”. 

Especialmente para los tres países del llamado “Triángulo Norte”.  Honduras capturada por la corrupción y con un gobierno incompetente. El Salvador con una ciudadanía embobada por un medio chiflado, con complejo mesiánico y tendencia autoritaria.  Es de los que creen que la expresión mandatario significa el que manda y que el presidente tiene un poder ilimitado.  En Guatemala con un enorme riesgo de que el “Pacto de corruptos” triunfe en el complicado juego de antejuicios, y el resultado sea un sistema de justicia sometido al mejor postor.

Trump es una amenaza en materia de gobernanza mundial y también para su país. Sus frecuentes desafíos a las decisiones de los tribunales, que una y otra vez tienen que enmendarle la plana; la falta de respeto a sus aliados europeos, que son el único bloque con el que podría impulsar una estrategia para equilibrar el poder con China; el trato humillante a México, e incluso a Canadá, cuyos gobernantes tuvieron que someterse a sus caprichos en materia comercial, llegando  López Obrador al extremo de servirle de comparsa  para ganar votos de los méxico-estadounidense.  Y lo peor, el torpe y criminal manejo de la pandemia del COVID-19, que tiene a la superpotencia como el principal foco de contagio y con uno de cada cuatro fallecidos en el mundo.

Por una de las redes sociales me llegó un artículo de Steven Hecht, presentado como escritor, empresario y productor de cine, que vive y trabaja en Guatemala desde 1972, titulado “8 razones por las que una presidencia de Biden sería letal para Guatemala”.  Obviamente pertenece al círculo de extrema derecha, que en  todo lo que afecte al empresariado ve una conspiración comunista. 

Entre las ocho razones señala que Biden continuará la política exterior de Obama, que apoyó los juicios contra militares veteranos que solamente son culpables de haber estado en las filas del Ejército – el mal traductor utiliza la expresión La armada – y que Biden lidera un despiadado conglomerado socialista – integrado por la Embajada en Guatemala, funcionarios del Departamento de Estado, la CICIG, la Corte de Constitucionalidad, el MP liderado por Thelma Aldana y la FECI por Francisco Sandoval, a lo que se agregan las ONG y medios corruptos de Estados Unidos y Guatemala.

Olvida decir que la CICIG y Aldana contaron con un apoyo bipartidista, y que tanto si gana Biden como si gobernara un republicano que no fuera Trump, volvería ese apoyo a la lucha contra la impunidad y la corrupción, porque es la única forma de evitar que Guatemala se convierta en un narco Estado y en un peligro para la seguridad de los EUA. También están claros, tanto demócratas como republicanos moderados, que la persistencia de los elevados niveles de corrupción afectan la capacidad del Estado para mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos, que es la única forma racional y sostenible de reducir la migración hacia los Estados Unidos.

El conglomerado corrupto y extremista de derecha, para utilizar la expresión de Hecht, sabe que con Trump tiene posibilidades de capear el temporal, aunque es difícil que prolonguen en el tiempo los beneficios del traslado de la Embajada a Jerusalén.  Pero si están seguros que un gobierno demócrata apretará las tuercas. Y es lamentable considerar esto positivo, pero no queda otro camino.  Así como es evidente que sin la CICIG – que fue efectiva porque tenía un sólido apoyo externo – jamás se hubiera dado una condena como la impuesta al ex alcalde de Chinautla, es igualmente cierto que sin presión externa, nunca saldremos del hoyo en el que cada vez más estamos buscando el fondo.