TODO SE NEGOCIA: EL LEMA DE LA POLÍTICA AL ESTILO CHAPÍN

“En política la sensatez consiste en no responder a las preguntas. La habilidad, en no dejar que las hagan”. André Suarez, poeta y crítico francés.

Entender Guatemala siempre ha sido una prioridad de mi trabajo, ya que se sabe que solo lo que se conoce, se puede cambiar. El intrincado panorama político guatemalteco siempre es fuente de muchas interpretaciones, debido a la extrema complejidad: usualmente se dice, de manera coloquial, que la correlación de fuerzas en Guatemala es tan cambiante y diversa, que pueden suceder muchas cosas en 24 horas. La intensidad del cambio es tan vertiginosa, que lo que hoy es noticia, mañana puede estar añejo.

Ser periodista o analista político en esas condiciones es todo un reto: uno puede estar tentado a encandilarse con cada coyuntura, con lo cual las huellas de la anterior quedan completamente sepultadas, con lo cual es difícil diferenciar lo primario de lo secundario. Quizá justo por ello, todos los intentos de cambio estructural han terminado en el fracaso: hay tantos frentes y problemas abiertos, que la misma realidad tan diversa promueve la división, la dispersión y finalmente, la cooptación: en cada frente siempre hay actores luchando por transformar su pedacito, pero no hay una coalición global para cambiar la matriz global que mantiene a Guatemala tercamente anclada en esa variedad tan grande de males.

La explicación “normal” del misterio de la cambiante y aparentemente caótica política chapina es la teoría de las cortinas de humo: desde los actores en el poder, se abren frentes ficticios de lucha que distraen y dividen las fuerzas, con lo cual se gana tiempo y se debilita la fuerza del cambio. Durante mucho tiempo pensé de la misma forma, pero a veces hay tantos procesos inconclusos que he pensado que quizá, la explicación de tal complejidad sea otra: más que una conspiración, es un rasgo característico de un país altamente maleable, en donde todo se negocia, en donde todo está prohibido, pero con la negociación correcta, todo es posible. Por supuesto, la primera dificultad de tal explicación es el marco legal e institucional: ¿Cómo es que si todo está prohibido, todo es posible? ¿Qué permite hacer compatible la legalidad con la negociación infinita?

Una primera explicación es el tipo de institucionalidad que se construyó: un entramado legal-institucional tan enredado, complejo y contradictorio, que en la maraña de contradicciones y paradojas, los actores en el poder siempre pueden justificar sus decisiones con apariencia de legalidad, aunque estrictamente, la estén violentando. Por eso, es tan complejo el campo del análisis de sentencias judiciales: siempre hay abogados que argumentan apasionadamente en pro y en contra, por ejemplo, con el largo debate sobre el proceso de elección de cortes y las decisiones de la cada vez más cuestionada Corte de Constitucionalidad.  En ese contexto, es extremadamente difícil para el observador externo identificar a los buenos y los malos: no existe una línea absolutamente clara y concreta que divide a los contendientes, ya que bajo la lupa, casi todos tienen algo que esconder, y por lo tanto, todo algo que negociar. Por eso, uno de los principios de la política en países como el nuestro es el siguiente: conoce el talón de Aquiles de amigos y enemigos, porque conociendo la debilidad del otro, se abre la posibilidad de la negociación (Código Dresser).

Quizá desde esa óptica se entienda una de las noticias que domino el escenario hace unos días: la llegada del exministro de comunicación de Otto Pérez Molina, Alejandro Sinibaldi. Su llegada indudablemente es una amenaza latente para quienes antes fueron sus aliados, ya que seguro, Sinibaldi sabe muchos secretos. Su presencia, por lo tanto, indudablemente es usada por algún actor político para negociar.

Lo bueno de esta forma de hacer política es que estrictamente hablando, nunca hay un escenario catastrófico: antes de la debacle, seguro habrá forma de negociar una salida que deje a todos satisfecho. Lo malo de ello es que sentido estricto, Guatemala está diseñada para ser una suerte de montaña rusa: el miedo, la desesperanza, la emoción y la esperanza, son ciclos perpetuos que están indisolublemente mezclados, ya que el escenario esta construido por muchos espejos que en conjunto, distorsionan permanentemente la realidad. Por eso, en Guatemala, se cumple perfectamente el dicho que la realidad supera la ficción.