Tan fácil que es lavarse las manos

Las declaraciones que ofreció el director de la COPRECOVID, doctor Edwin Asturias Barnoya a los medios este lunes 13 de julio, son una total falta de tacto, solidaridad y seso. El infectólogo señaló a los “médicos y enfermeras de esparcir el virus fuera del hospital porque relajan las medidas de protección”, (sic).

Para sustentar su opinión, el doctor Asturias posteó en su cuenta de twitter un estudio que publicó la revista JAMA el cual se llevó a cabo en tres hospitales, uno en Wuhan, China y dos en Holanda. En sus recomendaciones, el estudio hizo énfasis en la supervisión de conductas de los médicos enfocándose en el uso de su equipo antes de ponérselo, durante sus rondas y después de salir de las áreas asignadas. También aconsejó a los hospitales que mantengan éstas alertas de apoyo para brindar equipo de calidad en cualquier momento. Esta medida fue la que mejor funcionó ya que solo el 1% del personal se contagió. A lo mejor el doctor Asturias no leyó las recomendaciones y se enfocó en ver la paja en el ojo ajeno.

Entendamos un poco lo que enfrenta un doctor en un hospital COVID-19. Los que aceptan porque tienen necesidad de trabajo enfrentan el fracasado sistema de salud nacional, afectado por el abandono y la corrupción de varios gobiernos anteriores. Los departamentos de recursos humanos exigen papelería de entidades que ante la emergencia están cerradas. Luego de ese trámite burocrático deben lidiar con la falta de medicamentos, carencia de oxigeno, falta de ventiladores, ausencia del equipo adecuado, poca comida para los pacientes, los parientes deben comprar la medicina y no tienen dinero, poco personal que hace turnos de 24 a 36 horas con poco tiempo de descanso.

Por si fuera poco, después deben entrar a los intensivos y ver cómo los pacientes batallan por otra inhalación que los mantenga con vida. Ante la falta de camas ubican a los enfermos en los corredores, sentados en sillas o acostados en colchonetas en mal estado. Después toca enfrentar la muerte de los pacientes a pesar de los esfuerzos y una prolongada formación de entre 10 y 15 años de estudio. Recuerdan todo el dinero invertido y el sacrificio para obtener un título que te faculta como médico. Por si fuera poco contemplar como a pesar de las largas horas de trabajo los pacientes fallecen sin respuesta alguna al poco tratamiento que es posible otorgarles. Esa impotencia produce un estrés que les enferma cuerpo y alma porque es antinatural ver morir a alguien y dejarlo a su suerte sabiendo que estudiaron para salvar vidas. Así que perdónelos usted si ve a nuestros médicos sufriendo de estrés postraumático en los meses venideros.

Mientras esto sucede un burócrata del sistema de salud está pensando cómo ocultar el dinero asignado a los hospitales para dárselo a un político sinvergüenza. Sí, la corrupción es el sospechoso de siempre, la eterna infección imposible de curar en nuestro país.

Todo esto se pudo evitar si dos personas hicieran su trabajo. Casualmente ambos son médicos Uno, Asturias, que en vez de liderar el sistema de emergencia se ha convertido en un contador de fallecidos y contagiados. Hace y divulga las proyecciones de la tragedia y  planifica con las élites la apertura económica del país con semáforos. Tan fácil que se dejó envolver un brillante profesional que después será el chivo expiatorio, escogido por nuestro siguiente culpable.

Segundo, el presidente Giammattei que nunca tomó las riendas de la emergencia. Su falta de solidaridad a su gremio es evidente. No haber planificado una estrategia concreta para hacer frente a la emergencia ¿le pasará un costo alto?. Tuvo mucho miedo de ofender al sector económico que le financió sus campañas desde hace 20 años y por consiguiente, debe hacer lo que le ordenan.

En esta mezquindad hay que incluir el colegios de médicos, el ministerio de salud y salubristas porque han demostrado que solo ven “su nariz”. Me queda claro también que esta crisis nada tiene que ver con la capacidad profesional. De balde tapizar paredes con diplomas y títulos si no tenemos una onza de empatía por el otro, el que sufre, el que enfrenta, el que nos defiende en la primera línea de esta emergencia. Desde que los narcopolíticos nos gobiernan condenan el tener conciencia social o el mínimo atisbo de decencia para con otro ser humano. Cualquiera que les quite un centavo es una peste. Vemos de frente un sistema de salud desnudo que fue carcomido por políticos corruptos y sindicatos avorazados, incapaz de sanar a un pueblo que clama desesperadamente por una salud digna.

Para estas sanguijuelas es más barato dejar a la sociedad a su suerte. Todos los préstamos y ampliaciones de presupuesto para combatir la emergencia, ¿dónde están?

Si hubo alguna voluntad de conciliar y definir un plan para ayudar a los trabajadores médicos, este fracasó en su totalidad; ahora las autoridades ni los voltean a ver. En cambio les echan la culpa y los condenan a morir en la línea del deber y los humillan por tener vocación de servir y les ofrecen un título de héroes póstumos que será olvidado en semanas. Han fallecido 32 médicos y 1,219 personas, casi 30 mil contagiados y se espera que en los próximos meses, según la calculadora de Asturias, superemos los 200 mil casos.

Hoy en la tarde más de 20 personas perderán la vida a causa del virus. ¿A quién le importa?