SE BUSCA UN O UNA ESTADISTA

Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones. (Winston Churchill)

El año 2020 será recordado como uno de los peores de la historia de Guatemala: nos vimos afectados por una crisis sanitaria sin precedentes, nos han ocurrido desastres naturales como erupciones volcánicas, y no han impactado dos huracanes en menos de 15 días, dejando todos estos acontecimientos una secuela de dolor, muerte y desolación. La cuantificación de los daños producidos solamente por el impacto de los dos huracanes está en proceso, pero baste decir que el monto es similar a la suma de los mayores desastres que hemos tenido en los últimos años, tal como tentativamente están evaluando los técnicos de SEGEPLAN.

Lamentablemente, lejos de recapacitar y reencauzar el rumbo, los supuestos representantes del poder popular, el Presidente y los diputados, están más preocupados en sus propios intereses y negocios, que en el bienestar de la población: una aprobación exprés del presupuesto 2021, en el que se aumentaban gastos superfluos y se aumentaba el nivel de endeudamiento público, sin una adecuada justificación, sumado a un mensaje presidencial completamente desconectado del sentir de la población, afligida por tantos desastres naturales, fue la gota que parece que esta derramando el vaso: una indignación generalizada se palpa en las redes sociales y en las conversaciones cotidianas de los ciudadanos, lo cual puede estar agravando la poca popularidad con la que cuenta el actual mandatario, Alejandro Giammattei: las ultimas mediciones de popularidad en América Latina lo sitúan como el presidente con menos niveles de aprobación del continente, y hay que considerar en este dato, que Giammattei apenas esta concluyendo su primer año de gobierno.

Lamentablemente, esta imagen de un presidente ciego y sordo al clamor popular no es exclusiva de este gobierno: todos los presidentes en el pasado han ejercido el poder público, según los caprichos y los intereses que les conviene, por lo que existe un largo y sostenido descredito de la clase política que ya esta rozando en lo dramático. Hace pocos días, un conocido lo sintetizó en una frase: “Ya me cansé de creer”.

Ya estamos hartos de gobiernos oportunistas, autoritarios e ineptos, que no se dejan aconsejar, y que se sienten casi dioses, de manera que hacen lo que les da la gana, aún si existe oposición seria y fundamentada a sus acciones; ya estamos hartos de diputados que solo les interesa aumentar sus ganancias, a costa del pueblo, impulsando leyes sin pies ni cabeza, y engavetando las reformas clave que este país requiere con urgencia, empezando por una reforma electoral profunda y seria;  ya estamos hartos de funcionarios públicos que solo contratan a sus amigos y familiares, y que solamente buscan el protagonismo mediante discursos populistas en los que se inventan logros pírricos; ya estamos hartos de partidos político de “fachada”, que solamente están buscando sus propios beneficios, sin interesarles realmente el bienestar de la población y el desarrollo del país; ya estamos hartos de empresarios, movimientos sociales y ciudadanos que solamente ven el derecho de su nariz, y que se convierten en los aliados ocultos de los políticos oportunistas, al estar dispuestos a negociar privilegios, a cambio del silencio cómplice.

Guatemala enfrenta desafíos descomunales, especialmente si consideramos que las imágenes que nos ha dejado Eta y Iota, podrían ser parte de una tendencia cada vez más recurrente en el futuro: el mapa de riesgo a desastres y la vulnerabilidad del país al cambio climático, sumado a una larga desidia en la planificación territorial, parece producir una combinación fatal. Nuestro futuro depende, por lo tanto, de modificar el rumbo político que actualmente traemos, plagado de políticos insensibles e ineptos, de manera que finalmente logremos tener autoridades pro-clives al cambio. Necesitamos con urgencia un presidente o presidenta que sea estadista, que sepa escuchar, dialogar y tomar decisiones oportunas, basadas en evidencia, compatibles con el saber experto y no con los intereses de la coalición política que lo ha llevado al poder.

Mientras sigamos teniendo autoridades ciegas y sordas al clamor popular y las necesidades del país en su conjunto, las posibilidades de futuro serán siempre limitadas y sombrías.