RENOVARSE, O MORIR LENTAMENTE

Luis Fernando Mack

“Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos” Pablo Neruda

Tengo el honor y el gusto de impartir clases en la Universidad de San Carlos de Guatemala desde 1997, cuando recién acababa de graduarme de sociología; desde entonces, me he desarrollado en la Tricentenaria ocupando diferentes puestos y funciones, pero siempre vuelvo a la profesión de mis amores: la docencia.

En mi ya algo larga trayectoria de más de 20 años en la única universidad estatal, he presenciado muchas fortalezas y bondades de mi alma mater: el alto grado de legitimidad que goza dentro de la población, la cantidad y calidad de servicios que presta a la sociedad guatemalteca, tanto desde el aporte que brindan los egresados, como la de los múltiples programas de extensión universitaria con los que cuenta la Universidad.

Sin embargo, estas bondades y beneficios que aporta la Universidad se ven eclipsados por varios problemas y amenazas que desde hace décadas, amenazan la estabilidad y calidad de la Tricenteneria. Para principiar, un problema de diseño: el hecho que sea tan longeva le agrega un componente de dispersión interna y de rigidez, que favorece que por momentos, la misma Universidad se vea amenazada por su ominosa estructura institucional: la Universidad parece dominada por una serie de feudos infranqueables que lejos de contribuir a su buen manejo, promueven el caos, la duplicidad de funciones y la tendencia a la ineficiencia estructural.

Por ejemplo, en cuanto a Gobierno Universitario, la estructura de 10 facultades, 9 escuelas no facultativas y 23 centros regionales es altamente inequitativa en su modelo de toma de decisiones, ya que solamente las facultades tienen plena participación e injerencia en el proceso de toma de decisiones, mientras que hay una subrepresentación política del resto de unidades académicas y centros regionales. De la misma forma, pese a que cuenta con una Dirección de investigación que se conforma mediante 12 programas universitarios de investigación que año con año financia proyectos que emanan de sus más de 11 institutos, la Universidad tiene poca trayectoria investigativa en el ámbito nacional e internacional, debido en su mayoría a dos factores: no existe un estatuto de investigadores de la USAC que incentive la profesionalización de los investigadores, por lo que la mayor parte de investigadores tienden a ser profesionales recién egresados o con poca experiencia en investigación, lo cual incide en la calidad de los trabajos que la DIGI produce.

Por si fuera poco, la inercia estructural ha hecho que la Universidad se enfoque prioritariamente a la docencia en el nivel de pregrado, donde el criterio costo/beneficio no es relevante, mientras que todos los programas de Postgrado de la USAC son autofinanciables: dependen por entero de los aportes que se derivan de sus propios estudiantes, por lo que cuando un programa tiene poca demanda, automáticamente se cancela, no importante si tiene estudiantes inscritos. Esta estructura, por lo tanto, atenta sistemáticamente con la posibilidad de seguir profesionalizando al claustro de profesores de la misma Universidad, quien en su mayoría cuenta con docentes que solamente tienen licenciatura, aspecto que puede incidir la tendencia al bajo nivel educativo con el que salen sus egresados.

Por supuesto, estas no son todas ni las principales deficiencias de la USAC; pero sirva este breve repaso de los problemas para entender que como integrantes de nuestra casa de estudios, deberíamos de posicionamos en esta coyuntura con preocupación, debido a las múltiples amenazas y problemas que venimos acarreando desde hace décadas, pero que en la actual coyuntura se han agravado por el hecho de que tenemos dos rectores, uno que estaba en funciones y otro que había sido reelecto en dos ocasiones, señalados de varios cargos de corrupción, lo cual ya es un signo de alarma que debería convencernos que a la USAC le conviene iniciar un proceso serio de reflexión que le permita superar los graves problemas que aquejan a nuestra muy noble y necesaria Universidad de San Carlos de Guatemala.