QUE FÁCIL SER POLÍTICO OFRECIENDO PENA DE MUERTE

Oswaldo Samayoa

En clase, en columnas de opinión, en el libro sobre penas y medidas de seguridad y en algunas publicaciones en revistas que he tenido oportunidad de publicar, así como escritos de otros colegas, sea ha dicho claramente que la pena de muerte no puede ser reactivada en el ámbito judicial guatemalteco. Esto implica, entonces, que lo que debe disponerse son nuevas estrategias para prevenir el delito y para sancionar a personas que cometen crímenes graves. Esto último implica investigar, pensar, construir acuerdos, disponer de política pública, fondos y sobre todo admitir que la problemática requiere de pensamientos democráticos y no de personas autoritarias. 

Decir que hay que matar para resolver los problemas es un contrasentido, porque quiere decir que no prevengo, solo reacciono, es decir, no serviría de nada. Una sociedad que avala la pena de muerte se la pone fácil a un político, puesto que solo tiene que pensar en matar y no en resolver conflictos, atender necesidades y empujar a la sociedad hacia el bien común.

Que fácil ser político ofreciendo pena de muerte. Las víctimas tienen razón, las personas que vemos desde afuera algún acto indignante contra una niña, por ejemplo, claro que nos enojamos y queremos despedazar a ese delincuente, pero, el Estado, lo que debe garantizar es que aquello (el delito) no suceda, que la vida y la integridad personal no sean afectadas y, cuando sucede, debe ser efectivo en investigar, procesar y sancionar, así como reparar de alguna manera a las víctimas.

Entonces, además, la ineficiencia política en resolver estos temas vinculados a la violencia y a la delincuencia, la incapacidad de ser democráticos tiene como factura que nosotros, la sociedad, seamos los que avalamos que le quiten la vida a una persona de forma oficial. Es decir, nos trasladan su incapacidad y se defienden en nuestra indignación y rabia.

Peor aún, nos hacen caer en un circulo vicioso. Ofrecen pena de muerte durante la campaña, no lo pueden lograr siendo políticos porque hay imposibilidad de hacerlo, no atienden la problemática del país y, a los cuatro años, de nuevo, ofrecen pena de muerte y vuelven a quedar.

Cambiar la realidad de Guatemala requiere mecanismos democráticos que admitan que estamos tan en el fondo que salir nos llevará muchos años, mucho trabajo y muchos esfuerzos. Estos últimos no servirán de nada si no hay un compromiso multipartidario de que quien le toque estar en la presidencia dispondrá de un Ministro de Gobernación que sostenga los avances y no que, como el actual, retroceda en las medidas que se han tomado.

El Ministro de Gobernación actual, es y será, hasta ahora el peor Ministro de Gobernación de los últimos diez años, heredero de Degenhart al cual ya ha superado con su represión y autoritarismo. Que fácil ser político cuando se es autoritario.

Las soluciones requieren, entonces, de personas democráticas, comprometidas con una política criminal estratégica, con una política de prevención ajustada a nuestras realidades y con un sistema de seguridad enfocado en los derechos humanos. Sería mentira si una persona ofrece resolverlo de un día para otro, sería mentira si alguien dice tener la solución inmediata, pero también es mentira que con la pena de muerte se resuelva.

Exijamos gobiernos democráticos y pensantes, no autoritarismos reaccionarios, pues estos últimos no solucionan nada y solo nos hacen caer en la espiral de la corrupción, la impunidad y la violencia.