PAÍS DE ALHARACOS

Luis F. Linares López

Con esto del presupuesto los guatemaltecos, según el presidente Giammattei, estamos “haciendo una alharaca de lo que no hay”. Alharaca es, según el Diccionario de la Lengua Española, una extraordinaria demostración con que, por ligero motivo, se manifiesta la vehemencia de algún afecto, como ira, queja, admiración.  Vaya opinión que le merecen las opiniones de los más variados sectores de la sociedad guatemalteca.

De ninguna manera es alharaca objetar un presupuesto inflado, que aumentará más allá de lo razonable el endeudamiento público.  Comparando con lo que pasa en la vida familiar, ante una enfermedad que pone en peligro la vida de un ser querido, uno no dudaría en endeudarse hasta la coronilla.  Pero no se va a endeudar para cambiar el pichirilo por un Lamborghini.  Y esto es lo que hace el “Gobierno del Doctor Alejandro Giammattei”, como le gusta se repita hasta la saciedad, cuando en plena crisis asignan recursos para un edificio del Congreso o le ponen casi Q1,000 millones más a los Consejos Departamentales de Desarrollo, para pagar a los diputados la aprobación del presupuesto “express”.

Entre sus argumentos, que solamente aumentan la cólera ciudadana, dice que nunca se había dado un presupuesto menor al del año anterior.  Se le olvida que el presupuesto de este año es el mayor en mucho tiempo, porque se amplió para hacer frente a la crisis del COVID-19. Es un presupuesto atípico que no puede repetirse, y menos para hacerlo chinche.  También dice que al Ejecutivo no le corresponde aumentar el presupuesto del Organismo Judicial más allá de lo establecido en la Constitución.  El Ejecutivo propone, pero no es el que decide sobre el presupuesto, a menos que tenga al Congreso subordinado y lo que dice el presidente es lo que se aprueba.  Pero se ve que juró cumplir una Constitución sin leerla detenidamente. El artículo 213 indica que al OJ se le asignará una cantidad no menor del 2% del presupuesto de ingresos ordinarios.  Es decir, que el Ejecutivo y el Congreso pueden proponer más del 2 %, pero no menos de ese porcentaje.  Más claro ni el agua destilada.

La “alharaca” es porque el presupuesto es la gota que derrama el vaso.  El presidente no se da cuenta y nadie de su entorno se atreve a decírselo, salvo el vicepresidente Castillo y por eso lo marginó, que ya perdió la confianza ciudadana, que su credibilidad está por los suelos.  Que no hay un golpe de Estado y que la institucionalidad no corre grave peligro.  Lo único que dijo el vicepresidente es renunciemos. Él tiene el derecho, como lo tiene cualquier ciudadano, de pedir la renuncia a cualquier funcionario, sea electo o de nombramiento.  Y ante la forma torpe de tratar de deslegitimar las protestas, muchos ya se lo exigen. Ninguno de los que protestamos pacíficamente  en las plazas hemos pedido una junta de gobierno o que se disuelvan el Congreso y la Corte Suprema al estilo del serranazo.  Lo que se le exige a Giammatte es que se salga del pacto de corruptos, que deje atrás la intolerancia y la prepotencia, que gobierne a favor del bienestar general.  Que todas sus actuaciones estén ceñidas a la legalidad y que, más aún, se autocontrole en el ejercicio del poder, para ser consecuente con las enormes carencias que enfrenta la inmensa mayoría de la población.  Y que no sea alharaco imaginando golpes de Estado.