NUESTRA CIRCUNSTANCIA ES GUATEMALA

Andy Javalois

Desde el siglo III a.C., el filósofo griego Aristóteles hablaba de dos grandes categorías de gobiernos: los puros y los impuros. Cuando el dueño único, o la minoría o la mayoría gobiernan consultando el interés general, la constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés, sea el de uno sólo, sea el de la minoría, sea el de la multitud, la constitución se desvía del camino trazado por su fin (Política, capítulo V). Por su parte Platón se había anticipado a Aristóteles al afirmar que el poder sólo debe ejercerse en beneficio de los súbditos. (República, libro I).

El beneficio de los gobernados solo puede realizarse si quien ejerce el poder, se fija como fin la satisfacción del bien común. En el caso de Guatemala, esto queda de manifiesto en el artículo 1 de la Constitución Política de la República que establece para que se crea el Estado, velar por el desarrollo de la persona, proteger la familia y la concreción del bien común. Ya Agustín de Hipona, así como Tomás de Aquino habían llegado a la ineludible conclusión de que la razón debe conducirnos a buscar el bien de todos nuestros conciudadanos.

Por supuesto que lograr este objetivo requiere de un comportamiento ético, ausente en muchos de quienes ejercen el poder. Aquí resulta pertinente recordar las palabras de Lord Acton: “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe de forma absoluta”. Un elemento que facilita la corrupción lo es las circunstancias en las que se ejerce gobierno. Como lo dijo el filósofo español, José Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.” Y cuál es la circunstancia que afecta a los gobiernos estatales: la corrupción absoluta del poder.

Si no se la encara, es muy probable que acabe por destruir al Estado.Lamentablemente, en América Latina, como parte de la herencia colonial, ha existido entre los gobiernos de la región una marcada tendencia hacia la corrupción en total menoscabo del bien común. La concreción agravada de la corrupción en el sistema de gobierno de un Estado es lo que se ha denominado cleptocracia. Conforme lo explica Claudia Escobar (2017), el vocablo cleptocracia tiene su origen en el vocablo griego clepto, que significa quitar, arrebatar o robar y cracia que se refiere al gobierno o al poder.

Conforme el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, se puede definir la cleptocracia en los siguientes términos: Sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. Por su parte Alejandro Marín señala que por cleptocracia se puede entender: una forma de gobierno, la cual se caracteriza por la sustracción sistemática e institucionalizada de los fondos y bienes públicos por parte de sus élites.Entonces, la cleptocracia consiste en el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital o la apropiación indebida de bienes públicos, a través de la institucionalización de la corrupción.

El nepotismo, el clientelismo y la malversación son expresiones comunes de dicha corrupción. Asimismo, la cleptocracia promueve que estas acciones queden impunes, corrompiendo para tal propósito al sistema de justicia (Ministerio Público, Organismo Judicial y ejercicio liberal de la abogacía) y todo el sistema político y económico.Los dirigentes del sistema cleptocrático acumulan significativas fortunas personales, en especial quienes ejercen el poder con tendencia absoluta, junto a su círculo más próximo como los ministros, gobernadores, alcaldes y asesores personales.

En este sistema el dinero es lavado o se desvía a cuentas bancarias secretas, por lo general en paraísos fiscales, como encubrimiento del peculado o robo. Las economías de los regímenes cleptocráticos tienden a decaer constantemente, pues la corrupción sistemática engendrada por el gobierno significa que la economía está subordinada a los intereses de los cleptócratas.Se puede identificar que un Estado es una cleptocracia cuando, se promueve la institucionalización de la corrupción, es decir, se practica regularmente y forma parte del funcionamiento normal del régimen. La cleptocracia no tiene preferencias ideológicas, se puede presentar en cualquier tipo de regímenes políticos.

Los cleptócratas están a la cabeza de las instituciones públicas, facilitando abiertamente la corrupción. Se promueve la impunidad de quienes sustraen los fondos. Esto se debe a que el poder judicial carece de independencia. Por lo habitual, las operaciones ilícitas se realizan a través de un testaferro, quien obtiene un beneficio por prestar su nombre en las transacciones realizadas. Tampoco existe transparencia en el gasto público, ni instituciones de rendición de cuentas. La separación de poderes puede ser formal, pero no real.

La libertad de prensa está restringida y no hay auténtica libertad de expresión. Los medios de comunicación están controlados por el poder estatal. Manuel Hinds explica que varios países latinoamericanos han caído bajo cleptocracias. Estos regímenes están basados en mucha corrupción, pero son mucho peores que los que sólo son corruptos. Se establece así una relación directamente proporcional entre quienes ejercen el poder y la corrupción. Su objetivo primordial es el saqueo organizado del país. En los regímenes que sólo son corruptos, la corrupción es incidental y fluye de afuera del gobierno para comprar funcionarios y empleados públicos. Hinds señala que en el régimen cleptócrata, la corrupción es estructural y surge del gobierno mismo para comprar a personas afuera del gobierno, para que anestesien a la población y permitan que los cleptócratas se apoderen permanentemente del gobierno entero.

Claro que también hay corrupción originada fuera del gobierno, pero ésta es controlada para que fluya hacia el núcleo de los cleptócratas, para formar parte de la masa central de la que los cleptócratas sacan sus gastos y su botín.Una vez una sociedad permite que se instale un régimen así se generan incentivos para que cleptócratas tomen control de todos los partidos políticos y se alíen para mantener un sistema en el que se pasan el poder de unos a otros, aunque ante la sociedad se presenten como grandes enemigos ideológicos. Esto explica estas extrañas alianzas en las que partidos de una ideología ayudan al gobierno de otra ideología totalmente contraria a maximizar el botín.

Si se analiza el caso de Guatemala y se aplican como indicadores, las características señaladas antes, puede inferirse que el sistema de gobierno cumple con muchas de las características de una cleptocracia, pues la corrupción es sistemática; en los puestos más altos de los organismos del Estado hay personas que favorecen la corrupción y se aprovechan de sus cargos para enriquecerse; las instituciones a cargo de la rendición de cuentas no cumplen su función; quienes forman parte del sistema de justicia carecen de independencia, mucho menos garantizan la tutela judicial efectiva; y aunque la Constitución Política de la República de Guatemala estatuye la separación de poderes, en la práctica el poder Ejecutivo tiene una mayor cuota de poder que el resto de los organismos del Estado.Así las cosas, si se reflexiona sobre las circunstancias de Guatemala, en el sentido al que se refirió Ortega y Gasset, se puede inferir que la corrupción está instalada en todo estamento del Estado y buena parte del sector privado del país.

Las autoridades proveen seudo explicaciones de tonos moralist

as a través de las cuales se atreven a redefinir convenientemente hechos que pueden calificarse de delitos, expresando sus propias concepciones de moral y corrupción. Es incuestionable que la corrupción campea en la sociedad. El cobro de comisiones por adjudicación de contratos de obras públicas, el favorecimiento a determinados proveedores, el nepotismo en los organismos del Estado, el financiamiento ilegal de los partidos políticos, la asignación arbitraria del monto de salarios en las administraciones, la falsificación o creación de facturas a proveedores ficticios, el mantenimiento en sus puestos o cargos públicos a personas incluso después de haber sido señaladas por la justicia, el cargo a las arcas públicas de gastos de carácter personal, entre otros actos, es corrupción y expresión de la circunstancias de Guatemala y, parafraseando a Ortega y Gasset, Guatemala es nuestra circunstancia y si no la salvamos a ella, no nos salvamos nosotros.