NO HAY CRUZADA SIN CRUZADOS – I

Luis F. Linares López

Fiel a la inveterada y funesta costumbre de comenzar desde cero – el llamado complejo de Adán, de quien piensa que el mundo comienza con él – el gobierno de Giammattei inició en febrero de este año la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición, cuyo documento es otro más de las muy bien elaboradas políticas, planes y pactos que tanto abundan, pero que se quedan en meras expresiones de buenas intenciones.

Desde la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional de 2005, el Plan Estratégico de Seguridad Alimentaria y Nutricional (PESAN) de 2012-2016 , el Pacto Hambre Cero (firmado en febrero de 2012 en San Juan Atitán, uno de los pueblos más pobres de Guatemala, donde seguramente solo quedó el recuerdo de la aparatosa y ofensiva caravana presidencial), el Plan Estratégico de Seguridad Alimentaria y Nutricional 2016-2020, la Estrategia Nacional para la Prevención de la Desnutrición Crónica (ENPDC) 2016-2020, hasta llegar a la Gran Cruzada.   De la penúltima, la EPNDC, me enteré en Chiquimula, en 2019, que recomendaban que no la mencionaran en las actividades de capacitación, pues seguramente sería relegada con el cambio de gobierno y los nuevos funcionarios podrían molestarse cuando aludieran a ella.

Como todos los documentos de políticas que se elaboran en Guatemala, el de la Gran Cruzada tiene un contenido que es, en general, adecuado, con un diagnóstico bastante certero y con las indispensables e inevitables líneas de acción.  Pero es difícil que alcance la meta de reducir en siete puntos porcentuales la desnutrición crónica en menores de cinco años, que según la última medición – la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (ENSMI) de 2014-2015 – era de 46.5 %. 

El gobierno de Morales se propuso reducirla en 10 %, o sea a 41.9 %.  Los 7 puntos fijados para el período 2020-2024 equivale a 1.4 por año.  El periodo más fructífero fue el de 2002 a 2008, cuando se alcanzó un promedio de 1.05 anual.  Lograr reducciones sustanciales no es imposible.  Costa Rica pasó de 30 % en 1965 a menos de 10% en 1980-1984.  Perú, más recientemente, bajó de 47.1% en 2005 a 27.7 % en 2015.

Una ausencia notable en el diagnóstico el reconocimiento de la causa básica o estructural más relevante.  Un estudio de OXFAM y la Universidad Rafael Landívar, de 2019, sobre la desigualdad afirma algo que es innegable e insoslayable: la desnutrición crónica es la máxima expresión de la desigualdad social.  Desigualdad en materia de acceso a la salud, a la educación, al trabajo decente, a la influencia en las decisiones públicas.  Mientras no se reconozca que la desigualdad es el principal problema de Guatemala y se actúe en consecuencia, muy poco logrará cualquier Cruzada.

Aparte de que ya pasaron dos años del actual gobierno, sin que haya avances substanciales en casi nada, esta Cruzada, para alcanzar su objetivo, necesita de buenos cruzados y esos son los que le faltan, como veremos en la próxima entrega.