¡LITIGUEMOS! ¿QUIÉN DIJO MIEDO?

Gabriel Orellana Rojas

«Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza.

La estupidez, que reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio, es blanco fundamental del escritor satírico, como Paul Tabori nos lo recuerda, agregando que “ha sobrevivido a millones de impactos directos, sin que éstos la hayan perjudicado en lo más mínimo”. Pero ha olvidado mencionar, quizás porque es demasiado evidente, que si la estupidez desapareciera, el escritor satírico carecería de tema.»

Lo anterior corresponde al prólogo escrito por Richard Armour para el  notable e interesantísimo libro titulado The Natural Science of Stupidity [1959], del escritor húngaro Paul Tabori [1908-1974], con justicia calificado como «la más rica fuente de materiales originales sobre la estupidez humana». De esta obra les comparto un caso con que los abogados nos encontramos frecuentemente.

«En1890 murió en la antigua ciudad de Szekesfehervar un abogado húngaro llamado Juan Farkas. Adquirió fama en el papel de defensor de muchos asaltantes de caminos. Se especializó en la defensa de bandidos, y amasó una fortuna considerable gracias a su concentración en esta esfera del derecho.

Era soltero, pero tenía muchos parientes. Cuando se leyó el testamento, se comprobó que dejaba una propiedad de tres mil acres, dinero y otras posesiones a aquel de sus parientes que en el plazo de diez años fuera capaz de dar la más exacta respuesta a las siguientes preguntas: 1) ¿Qué es eterno e infinito sobre la tierra? 2) ¿Por qué la gente necesita dinero?  3) ¿Por qué la gente pleitea?

Hasta que se obtuvieran respuestas satisfactorias, debía dividirse la renta de las propiedades entre distintas instituciones caritativas.

Al cabo de una semana se presentaron alrededor de quinientos litigantes, divididos en dos grupos principales. Uno de ellos aceptó las condiciones y pacientemente comenzó a formular respuestas a las preguntas. El otro impugnó el extraño testamento y trató de demostrar que Farkas era un insano.

Al cabo de diez años, los tribunales resolvieron que el testamento era válido. El número de litigantes se había reducido a veintidós, pero ningún juez alcanzaba a decidir cuáles eran las respuestas más correctas. (Uno de ellos escribió un libro de 150 páginas con el propósito de resolver los problemas suscitados.) El fantástico pleito duró más de cincuenta años. Uno de los abogados sugirió un compromiso. La propiedad había aumentado considerablemente de valor; ahora valía más de 200,000 libras, y propuso dividirla en partes iguales entre los herederos.  Estos rechazaron de plano. En el curso de los cincuenta años más de sesenta personas habían sido sentenciadas por asalto y agresión, por redacción de libelos obscenos y por otros diversos delitos menores, cometidos dentro y fuera del recinto del tribunal, en ocasión con motivos de mutuos ataques de los antagonistas. El último juez que examinó el caso suministró la respuesta correcta a las tres preguntas. ¿Qué es eterno e infinito? Este pleito. ¿Para qué necesita dinero la gente? Para continuar el pleito. ¿Por qué la gente pleitea? Porque necesita dinero.

La tremenda inflación de 1945-46 liquidó la propiedad Farkas, y de este modo acabó también con la manía litigiosa de sus herederos.» [Historia de la Estupidez Humana, traducción al español de Aníbal Leal, Editorial Dédalo de Buenos Aires, s.f., páginas 229-231].  Por algo es que el séptimo mandamiento del Abogado, dice el Maestro Couture, dice: «Ten paciencia.  El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración»…