Las víctimas del desempleo

Después de 4 meses de no cortarme el pelo fui a la peluquería que acostumbro. Esta nueva normalidad impide atender a personas en el momento. Ahora se pide una cita por la red social. Recuerdo que se mantenía llena de gente. Uno dependía de la suerte para que en 30 minutos saliera servido. Ayer estaba vacía. Una persona atendía. Se llama Rubén. Rubén es de Cobán y tiene un par de años de casado. No tiene hijos. En la casa donde viven con su esposa, la comparten su cuñada y su hermano. Ellos ayudan con el costo del alquiler porque es una casa relativamente grande.

Rubén es mil usos, ha trabajado como mesero y por un tiempo Uber Eats. Hace un par de meses le preguntaron si quería trabajar en la barbería; la paga era mejor y estable, dijo que sí. Su esposa dejó de trabajar como mesera desde marzo. Le aseguraron que cuando terminara esto, regresaría a su plaza normal y aunque tenían ahorros suficientes estos se acabaron con la crisis. Su cuñada y su hermano regresaron a Cobán al final de mayo. –Yo ya renuncié, aquí pagan una base muy baja y recibo un porcentaje por corte y solo tengo un par por día. A veces no viene nadie. Ya decidimos con mi esposa que nos regresamos al final de julio a Cobán. En la casa de mis papás tendremos asegurados frijoles y tortillas–, me cuenta.

Lo interrumpo con mis tonteras. –Yo no tengo trabajo tampoco y mi esposa logró conseguir un trabajo temporal y ella nos salvó. Tengo desde febrero de no trabajar–, le interrumpo.

–Es bueno tener una pareja que lo salve a uno, ¿verdad?– me replica.

Si hubiera sido un amigo cercano creo que hubiera llorado. Como pude respiré hondo y lo dejé contar su historia. Creo que se dio cuenta que me descompuso su frase.

–Allá donde vivo –siguió–, empezaron a sacar a mucha gente que alquilaba cuartos y departamentos. Todos los días hay gente que anda moviendo sus cosas por las calles bajo la lluvia. Es muy duro ver eso. Nosotros todavía vamos a aguantar un mes a lo mejor quitan esto, pero uy, de aquí a que se normalice todo van a pasar dos o tres meses. Con Mayra decidimos que mejor no tendríamos un hijo hasta el otro año. Yo quería ser padre pero no se puede ahorita–, se lamenta.

Como mi corte fue rápido, pagué, me despedí y salí a esperar a mi esposa. El pelo de 3 meses y medio me tenía desesperado y con el corte me sentí liviano incluso rejuvenecido.

Pensé: ¿Cuánto tiempo pasará para volver a tener un trabajo? La iniciativa privada y el gobierno no contratan a nadie que no sea por cuello o por orden.

El país no entiende de leyes que salvaguarden a la gente pobre o desempleada en estas crisis. Las desprecia y las desecha producto de creencias arraigadas y costumbres anacrónicas. Ya aparecerán cuerpos sin vida en las calles producto del Covid-19 y más de algún idiota preguntará. – ¿Por qué los dejan ahí?

Mientras esto sucede, en el escenario político nacional un pulso entre la corrupción y la legalidad prevalece en los lánguidos medios de comunicación. Despidos de personal y menos periodistas para contar historias que ocurren en la circunferencia de las ciudades. El hambre se encargará de desaparecerlos sin que nadie escriba o reporte algo.

Es tan feroz la batalla entre el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Constitucionalidad que lo único que atraviesa mi mente es: ¿por qué no cortan al maldito diputado y lo dejan a su suerte? Así como estamos nosotros.

Allan Martínez