LAS FRICCIONES EN CASA PRESIDENCIAL

“Seré el vicepresidente electo; no soy una persona que va a estar detrás de la puerta viendo como el presidente toma decisiones, yo tengo mi carácter también” Guillermo Castillo

Las fricciones entre el presidente Giammattei y el vicepresidente Castillo ya eran un secreto a voces desde hace bastante tiempo, pero por una filtración de una conversación entre ambos personajes, los conflictos entre los más altos funcionarios del ejecutivo es una penosa realidad.

Quizá e origen de todos los males sea el carácter fuerte de ambos personajes; o quizá sea el producto del empoderamiento de la supuesta pareja sentimental del presidente, el jefe del Centro de Gobierno, Miguel Martínez, entidad que duplica funciones con la vicepresidencia; pero sea cual fuere la razón de conflicto, los que vamos a pagar las facturas de tal enfrentamiento somos los ciudadanos.

La función del Ejecutivo es ser el garante del principio de bien común contemplado en el artículo uno de la Constitución Política de la República, tal como lo contempla el articulo 4 del decreto 114-97, Ley del Organismo Ejecutivo: “El fin supremo del Estado es el bien común y las funciones del Organismo Ejecutivo han de ejercitarse en orden a su consecución y con arreglo a los principios de solidaridad, subsidiariedad, transparencia, probidad, eficacia, eficiencia, descentralización y participación ciudadana”.

Lamentablemente, las discrepancias y conflictos que ocurren entre el presidente y vicepresidente deben ser vistos desde una perspectiva institucional, ya que solamente comprometen la capacidad institucional del ejecutivo de cumplir con los fines para los que fue creado, debido a varios factores:

En primer lugar, la decisión presidencial de prescindir de las funciones y capacidades del vicepresidente Castillo y sustituir sus funciones en una onerosa Comisión extraordinaria llamada “centro de gobierno” destina fondos del erario que podrían ser mejor utilizados para solucionar otros temas prioritarios, especialmente en una etapa de tantas carencias sociales derivados de la crisis sanitaria provocada por la enfermedad COVID-19.

Adicionalmente, el conflicto en casa presidencial solamente puede augurar crisis institucionales futuras, ya que siendo el vicepresidente el sucesor del presidente en línea directa, puede existir en el futuro algún tipo de maniobra política orquestada para inhabilitar al Presidente y sustituirlo por su segundo al mando: esta idea, de hecho, no es tan descabellada, ya que se especulaba que lo mismo podría haber ocurrido de haber ganado Sandra Torres: se hablaba de inhabilitar legalmente a Torres mediante alguna de las acusaciones legales que pesaban sobre ella, para que asumiera su candidato a vicepresidente, Carlos Morales. La apuesta, entonces, es promover la sustitución de un personaje malo por otro que este mejor visto. Justo por ello, en la lógica de los partidos políticos, siempre se busca que las figuras problemáticas o de dudosa reputación, sean acompañadas de figuras que generan más confianza a los actores dominantes, y en el caso de Giammattei, esa figura es Guillermo Castillo.

Las conspiraciones e intrigas que se pueden desarrollar en un contexto  de enfrentamiento, por lo tanto, pueden incidir negativamente en la capacidad del ejecutivo para responder de manera adecuada a las cambiantes y desafiantes condiciones de Guatemala, por lo que bajo todo punto de vista, es lamentable que se den este tipo de conflictos políticos: Guatemala no necesita mas protagonismo de parte del presidente o del vicepresidente: necesita compromiso, sacrificio y voluntad real de cumplir las funciones que la ley les otorga.

En particular, el presidente de la República debe ser el representante de la unidad nacional, tal como establece el artículo 182 constitucional: no debe intentar convertirse en el caudillo que siempre tiene la razón y que ejerce el poder que le fue conferido de manera arbitraria, caprichosa y volátil, dependiendo de su estado de ánimo. En la práctica, los presidentes desde siempre se han comportado de manera autoritaria, voluntarista y caprichosa, tal como parece ocurrirle al actual mandatario, Giammattei.

A pesar de los errores de la gestión presidencial, nunca es tarde para reconocer errores y corregir el rumbo; por eso se esperaría que más allá de sus diferencias, el presidente Giammattei y el vicepresidente Castillo aprendan a superar sus diferencias, para comenzar a crear sinergias que contribuyan a la mejora continua en la eficiencia y eficacia de la actual administración: Guatemala necesita menos protagonismos personales y mas trabajo en equipo, por el bien de la nación.