LAS FORMAS AUTORITARIAS, PRINCIPAL AMENAZA A LOS PROCESOS DEMOCRÁTICOS

Renzo Lautaro Rosal

El autoritarismo en Guatemala no quedó atrás con la firma de los Acuerdos de Paz. Más bien, este hecho habilitó nuevas formas o expresiones autoritarias, mostrando de manera contundente que se trata de un fenómeno con amplias capacidades de reconversión, reproducción y penetración social.  Para ciertos propósitos vigentes, el autoritarismo se ha convertido en un medio para facilitar procesos de erosión democrática.

Cuando en días recientes vuelve a la palestra el concepto de cooptación de las cortes, en esencia se está denunciando que el objetivo político preponderante, consiste en terminar de aniquilar la precaria institucionalidad de la justicia, para ponerla al servicio de una cohesionada de intereses perversos cuya ascendencia política, social y en la escena pública ha sido posible «gracias» a la preponderancia de diversas expresiones autoritarias.

Cuando se han puesto programas de «mano dura», cuando instituciones sólidas como el ejército es convertido en estructura al servicio de intereses oscuros, cuando las expresiones de corrupción deambulan sin control, cuando los actores pro-impunidad han perdido todas las formas y buscan imponer a sus alfiles a pesar de sus perfiles que distan kilómetros de la deseable idoneidad; estamos reconociendo que ganan terreno a lo ancho y largo.

Uno de los principales rasgos que indican cómo el autoritarismo es un mecanismo de alta penetración social, radica en el reconocimiento y limitada oposición que estas formas anti-democráticas tienen en la práctica. Por ejemplo, las elecciones en el Colegio de Abogados, son competencias entre grupos mafiosos; lo lamentable es que más de siete mil agremiados dieron su voto en favor de algunos de los dos grupos finalistas.  Sea por convencimiento, ingenuidad u objetivos compartidos, este hecho demuestra que falta mucho por hacer para que la ciudadanía en general, rechace prácticas nefastas que al final de cuentas nos convierte en sociedad fracasada y por tanto, inviable.

Los mecanismos anti-democráticos perviven, en la medida que los rasgos contrarios se alimenten de incentivos continuos. Si dicha contaminación termina inundando terrenos donde la democracia de ciudadanía no llega o solo se acerca parcialmente, se tornará en un proceso con altas capacidades de reproducción. Esto último es tremendamente perjudicial, porque se convierte en fenómeno intergeneracional. De esta cuenta, nos encontramos a menudo con jóvenes que repiten e incluso suenan más radicales, casi irracionales, en sus planteamientos.

El proceso de elección de la Corte de Constitucionalidad, es un termómetro esencial para evidenciar el conjunto de carencias. Está visto que la transición democrática es un proceso inacabado y que probablemente las supuestas etapas recorridas son menos de las que se estimaba haber caminado.