LA UNIÓN HACE LA FUERZA.

Luis Fernando Mack

“Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”. Sófocles

La palabra “crisis” es quizá una de las más usadas recurrentemente para describir la situación de nuestro país, aspecto que quizá justifique ampliamente la sistemática visión pesimista con la cual la mayor parte de los guatemaltecos enfrentamos la cotidiana realidad de nuestro país, tan llena de problemas y desafíos. Por ejemplo, la cifra de contagios diarios en el país por Coronavirus ya llega casi a los 3,000 por día, mientras que el número de muertos por la misma razón ya se acerca a la de 70 personas diarias: cifras que demuestran que estamos muy cerca de una nueva crisis sanitaria, aspecto que se agrava frente a la demostrada incapacidad del actual gobierno de desarrollar un plan efectivo de vacunación.

De hecho, la magnitud de la crisis apenas la estamos empezando a comprender: la crisis sanitaria solamente se suma a la larga lista de problemas institucionales y políticos que venimos enfrentando desde hace varios años. Frente a este panorama desolador, hay que seguir repitiendo que no hay soluciones fáciles, que los problemas no se van a resolver simplemente eligiendo a candidatos reciclados de otros procesos electorales a quienes quizá ahora “le toca”: el último de esos candidatos ocupa la silla presidencial, y la evaluación de su desempeño deja mucho que desear.

Esperar que nuestros problemas se van a resolver simplemente apostando por un nuevo candidato político es sinónimo a esperar que del cielo nos venga las soluciones. Tampoco es realista esperar que la presión de los gobiernos extranjeros permita encontrar la ruta hacia la reconstrucción del país: los funcionarios y personajes foráneos pueden ayudarnos, pero nunca sustituir los procesos que se requieren consolidar. De hecho, con todo el respeto y aprecio que me merecen los funcionarios de la cooperación y embajadores de los países amigos, a veces parece que con el afán de hacer bien, lo que provocan es justamente lo contrario: debilitar la capacidad de los mismos guatemaltecos de hacernos cargo de nuestro propio destino.

Tampoco es la solución el buscar afanosamente que aparezca un superhéroe: un personaje que por su capacidad, carisma y su visión, pueda sacarnos de nuestros problemas: tenemos ya demasiados “mesías” fallidos que lejos de enfrentar nuestros desafíos, los han multiplicado. El problema es que la mayoría de los ciudadanos siguen pensando que hay que buscar ese superhéroe en cada proceso electoral: desde que volvimos a la senda de las elecciones libres y democráticas, seguimos pensando que quizá, el próximo presidente podrá ser diferente; pero cada vez que algún personaje se sienta en la silla presidencial, no tarda mucho en defraudar la confianza y las esperanzas de todos los guatemaltecos.

Después de tantas decepciones, ¿todavía no aprendemos que la solución no vendrá de las altas alturas de los partidos políticos? Altas alturas, digo, no porque sean muy brillantes o capaces, sino porque parece que quieren pertenecer al monte Olimpo, donde solo habitan los dioses, incapaces de oír y sentir lo que el “ciudadano de a pie”, el guatemalteco común y corriente quiere.

La Guatemala de hoy se caracteriza por una institucionalidad que se encuentra a espaldas de la sociedad, unos políticos con el complejo de “salvadores” que se rodean de los incondicionales aduladores que los hacen perder la capacidad de ver sus propios errores, y la de una ciudadanía que lejos de luchar por su futuro, sigue apostando por el “sálvese quien pueda” como estrategia primaria, y la de seguir soñando con que la solución nos vendrá de las próximas elecciones, o de los designios emanados de algún gobierno extranjero como estrategia complementaria. Pero ninguna de estas estrategias ha probado ser efectivas.

Mientras no nos unamos en contra de estos políticos oportunistas y con sed de protagonismo, incapaces de “oír” el sentir de la población, nuestro país seguirá padeciendo de crisis periódicas, de catástrofes anunciadas como la Iota y Eta, así como la de la creciente crisis sanitaria derivada del COVID-19.