La fiesta de los Pandenials

Cuando uno crece e identifica a los políticos indeseables y ricos con dinero heredado ¿cómo diablos es que vive este tipo de personas que se dedican, primordialmente, a pasar sobre los derechos de los demás? Conforme trepan en el escenario nacional y desfilan su torpe presencia por el ojo público, con lástima se pueden contemplar sus estoicas estupideces y uno le pide a Dios que nunca se multipliquen. Sin embargo, ellos no se detienen, siguen construyendo su nefasto poder sobre la dignidad de los demás y están convencidos que su estirpe debe prevalecer sobre la mayoría al definirse como los escogidos por Dios. Uno los ve golpearse el pecho pidiendo perdón para que el pastor bendiga su cartera y con el diezmo laven la totalidad de dinero que tienen la cual se han robado con el sudor de su frente.

Es así que con este delirio causado por la ilimitada cantidad de recursos monetarios justifican su actuar. En Guatemala cada minuto que pasa, hay un nuevo iluso que sueña con tener ese poder de dominación. El síndrome les mata todas sus neuronas, su sentido común, y discernimiento. Incluso sus valores morales y éticos se acoplan a esa nueva realidad. El más hábil, el más sinvergüenza, el más idiota, el más… es quien será coronado en la cima de la impunidad entre los creyentes más acéfalos.

Con el paso de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, aquello se detuvo un poco. Se destaparon las gusaneras y los villanos fueron expuestos. Así empezó la urgente persecución para detener toda esa anarquía de malos guatemaltecos porque gente que ya está harta de esta peste que tiene la vocación de destruir y hurtar sin piedad, sin arrodillarse, sin temor, sin consecuencias. Desgraciadamente triunfaron y sacaron a la CICIG y lo poco que queda es el último bastión para detener a estos degenerados.

Mientras tanto, los guatemaltecos que luchan diariamente por sobrevivir día a día, que estamos desempleados, que no salimos, nos indigna que esa burbuja que habitan pueden hacer lo que les plazca, sin consecuencias y con eufórica alegría.

Indigna en lo más hondo que unos niños “pandenials” organizaran la semana pasada una fiesta con licor barato, edecanes y gente pequeña, para que los atienda como si ellos fueran los protagonistas de una película de adolescentes.

Otra vez la pregunta te vuelve a asaltar. ¿Cómo es posible que estos “pandenials” tengan tan poco seso? Con el pasar del día te das cuenta que son los hijos de estos políticos que uno creció detestando.

Lo que más revienta la rabia es que las autoridades no hagan nada. Al contrario los cuiden y que ellos mismo los saquen de la fiesta, sin detenerlos. Después los “pandenials” suben las fotos de la fiesta a sus redes sociales como burlándose de todos y las autoridades sobre todo. Una estupidez sobre otra.

Con qué moral estos padres nefastos, descerebrados y todopoderosos vienen a exigir a sus trabajadores, la milla extra, el sacrificio por su empresa, certeza jurídica, reglas claras y justicia pronta, mientras continúan con esa conducta irresponsable e infantil de tirar poder y dinero en la cara de todos. Después hay que aguantarlos porque echan en cara que son los más valiosos del país porque crean empleo o fueron elegidos democráticamente.

Al final del día, sucedió que el Ejército de Guatemala, realizó una fiesta privada, en pleno estado de calamidad, para celebrar a la institución de “mayor credibilidad en Guatemala”. Usaron mascarillas, eso sí.