LA DESINFORMACIÓN COMO ESTRATEGIA POLÍTICA

“La falsedad se difunde significativamente más lejos, más rápido, más profunda y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información” (Revista Science)

Las estrategias de comunicación atribuidos al ideólogo del partido Nazi, Joseph Goebbels son ampliamente conocidos, empezando por la ya muy trillada frase: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Atrás de dicha frase, toda una estrategia muy bien montada, sintetizada en 11 estrategias, que pueden enumerarse de la siguiente forma: 1. Lo simple comunica mejor; 2. Apuesta al contagio basado en un enemigo único; 3. Transpolar, cambiar de foco; 4.  Exagera lo negativo; 5. Orquesta una campaña sistemática, 6. Adecua el mensaje al nivel popular; 7. Apuesta por la saturación de información; 8. Reviste tu mensaje de apariencia verosímil; 9. Silencia las voces disidentes, 10. Adapta los mensajes para que tengan continuidad, 11. Si logras difundir la idea para que la crea muchas personas, eso hará más fácil su difusión.

En su momento, Goebbels contribuyó a erigir uno de los regímenes políticos que más repudio y adhesión ha generado en la historia del siglo XX, al punto que aún hoy, las ideas del nazismo siguen vivas en Alemania y Estados Unidos, promoviendo reacciones de supremacía y violencia racial que cuentan con el aval implícito del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump; todo lo cual demuestra que las 11 estrategias de Goebbels son altamente efectivas para promover proyectos políticos de largo alcance.

Lamentablemente, el mundo moderno es un escenario propicio para la utilización sistemática de estrategias similares a las usadas por Goebbels, al punto que ahora tales campañas tienen un nombre particular: fake news, que en español significa liberalmente “noticias falsas”, pero que más bien significa campañas de desinformación: la emergencia de las tecnologías de información comunicación y el crecimiento de las redes sociales han permitido que las estrategias de desinformación se hayan magnificado como nunca antes en la historia de la humanidad.

En el caso de Guatemala, la sociedad batalla desde hace varios años con campañas de desinformación sistemáticas que pretenden contribuir a fortalecer un proyecto político conservador, destinado a impedir de forma sistemática la posibilidad de transformar los males que como sociedad hemos reproducido de forma recurrente, tal como el flagelo de la corrupción.

Por ejemplo, la desinformación logró en su momento revertir el gran apoyo que CICIG tenía a partir del 2015: el en período 2017 al 2019, la desinformación sistemática logro sembrar dudas razonables que finalmente alcanzaron el objetivo neutralizar a la comisión internacional; de la misma forma, la desinformación casi lleva a una crisis electoral sin precedentes, al sembrar dudas razonables sobre el proceso electoral que no se han revertido del todo: todavía hay muchos que creen que hubo un fraude electoral en el 2019, aún en contra de toda las evidencias y explicaciones.

La última de tales campañas de desinformación ha sido dirigida contra una de las figuras más emblemáticas de la lucha contra la impunidad y la corrupción: Helen Mack.

El pecado de Helen es diverso: es mujer, es inteligente, es decidida, y por sobre todas las cosas, no tiene miedo a decir la verdad: en una sociedad que tiende a la hipocresía, donde casi nadie dice las verdades en la cara, el que Helen no tenga pelos en la lengua le ha acarreado ya muchos odios viscerales. Por eso, de forma reiterada y continua, Helen es la receptora de todas las críticas y todas las campañas de desinformación, al punto que ahora la han equiparado a un virus: una metáfora muy poderosa, ya que justo por un virus, el mundo cambió de la noche a la mañana.

El odio sistémico y visceral con el que cada cierto tiempo atacan a Helen y a sus aliados debe mantenernos alertas, porque lo más probable es que dicha campaña se enmarca dentro de una estrategia más grande que apenas estamos visualizando: encontrar formas de neutralizar las campañas de desinformación, por lo tanto, es una tarea de todos: lo que está en juego es la posibilidad de promover cambios reales, de manera que logremos la Guatemala que soñamos, o por el contrario, resignarnos a una realidad de pobreza, violencia y corrupción sistemática.