LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA Y LOS LÍMITES DE LA CONVIVENCIA HUMANA

Luis Fernando Mack

“La cohesión social se funda en aspectos tales como un conocimiento común, una memoria común, pero sobre todo: en la existencia de un futuro y de posibilidades comunes” (Carlos Eduardo Maldonado).

Su ascenso fue tan vertiginoso como sorprendente, especialmente porque llegó a ser el político más joven de Latinoamérica en alcanzar la presidencia. En su paso por el mundo político, llegó a ocupar dos veces el puesto de alcalde: primero, en el municipio de Nuevo Cuscatlán en el 2012, y luego en la capital de la República, San Salvador, en el 2015, ambos triunfos logrados bajo la militancia del FMLN. Su llegada a la alcaldía de San Salvador que le sirvió como trampolín para buscar la presidencia, que finalmente alcanzó de forma abrumadora en el 2019.

En su paso por el FMLN, Nayib Bukele ya había mostrado su personalidad recia y personalista, aspecto que lo llevo a protagonizar un sinfín de conflictos con su partido, que finalmente decidió expulsarlo en el 2017, decisión que posteriormente fue reconocido como un error por el mismo vocero del partido.

Pero los desencuentros de Bukele con la clase política salvadoreña no se redujeron al FMLN: en su búsqueda de la presidencia, Bukele ya se había enfrentado a varias instancias institucionales, incluidos el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía General y la Corte Suprema de Justicia, al punto que en el 2018, había ya anunciado como una “víctima del sistema”.

Esta acusación fue sustentada por el bloqueo sistemático que sufrió durante su campaña electoral presidencial por parte de los principales medios de comunicación.

Pero su carisma logró derrotar a todos quienes en su momento, se habían enfrentado a él. Ese antecedente de bloqueo sistemático que sufrió este carismático personaje por parte de los actores institucionales y políticos es la causa fundamental que explica lo ocurrido en el primer día de labores de la Asamblea Legislativa de El Salvador, dominada abrumadoramente por el presidente Bukele: ese día empezó la prometida depuración política que ya había prometido en sus días de campaña electoral, con lo cual se inicia una nueva fase inédita del hermano país centroamericano, ya que nunca antes un actor político había contado con el respaldo mayoritario de la población para iniciar un proceso de cambio político de tal magnitud.

El triunfo de Bukele indudablemente se explica por dos razones fundamentales: uno, la capacidad innata del actual presidente salvadoreño de conectarse con su población, haciendo gala de una capacidad de oratoria y razonamiento que ha cautivado profundamente a la ciudadanía. Los números de su aceptación y el respaldo en las urnas así lo atestiguan. La segunda y mas profunda razón, sin embargo, es la ceguera de la clase política tradicional, que ha sido incapaz de leer los deseos profundos de la ciudadanía y cumplir con las numerosas promesas de cambio: tanto el partido ARENA como el FMLN, fueron incapaces de conectarse con los deseos y anhelos de la ciudadanía, y hoy, el pueblo salvadoreño les ha pasado una dolorosa factura política, relegándolos a un segundo plano.

El fenómeno Bukele, por lo tanto, es una seria advertencia para todos los políticos y partidos guatemaltecos, que igual que en el Salvador, han demostrado una persistente y completa miopía ciudadana: los triunfos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, de hecho, demuestran que el hartazgo con la clase política guatemalteca es igualmente serio y profundo, ya que dos candidatos considerados como ajenos al sistema -outsiders-, alcanzaron la presidencia guatemalteca de forma sorpresiva.

La diferencia, por supuesto, es que lejos de gobernar con un estilo claramente opuesto a las viejas prácticas partidistas, tanto Morales como Giammattei terminaron siendo absorbidos por las viejas prácticas partidistas, al punto que ambos dilapidaron las esperanzas de cambio que los había llevado al poder.

Bukele ha justificado sus actos basados en que los opositores le habían puesto obstáculos sistemáticos para dejarlo gobernar. En ese sentido, la vieja práctica de la oposición sistemática y sin sentido que caracteriza a muchos actores políticos de nuestros países, motivaron la enérgica y contundente respuesta de Bukele, que ahora tiene todo a su favor para emprender el cambio que había prometido.

Si aprovecha este poder para transformar integralmente a El Salvador, o si utilizará su poder para construir un sistema a la medida de sus caprichos e intereses, es algo que aún está por verse: ojalá, Bukele aproche esta oportunidad histórica para devolverle la esperanza a un pueblo que decidió apoyar masivamente a su presidente.