LA CONSTITUCIÓN FRENTE A LA POLÍTICA

Gabriel Orellana Rojas

Es muy poco o nada lo que se puede responder a la hoy trillada pregunta de: «¿Qué cabe esperar de la nueva Magistratura de la CC?» Quienes se han ocupado en responderla han acudido a consideraciones tales como el temperamento individual de cada uno de los Magistrados, sus afinidades políticas e ideológicas, su formación académica y  otros criterios que ya son del dominio público. Distinto es en, cambio, inquirir: «¿Qué pueden esperar los Magistrados recién nombrados en los años en que desempeñen su Magistratura por iniciar?».

Cualquier semejanza es mera coincidencia. Con motivo del debate suscitado recientemente en México por la suspensión judicialmente ordenada de una ley de interés político para el Presidente López Obrador, éste arremetió contra el respetado juez, ahora en retiro, José Ramón Cossío Díaz.  Ante el embate, y tomando como punto de partida su libro Cambio social y cambio jurídico (2001), Ricardo Raphael escribió en su defensa un interesante artículo (La Constitución como campo de batalla, Milenio, 20.03.2021), del que extraigo aleccionadoras  reflexiones sobre el papel que juega la Constitución en la vida política.

«“Si quiere usted reformar la Constitución haga su propia revolución.” Esta fue la consigna que el priismo convencional defendió durante su larguísimo reinado. Bajo esta lógica, el texto constitucional solo podía haber sido escrito con la pluma de los vencedores. Sus páginas contenían la declaración de principios del triunfador, la expresión más elevada del victorioso, el deseo del gobernante inexpugnable —redactado en letras de oro. El libro de José Ramón Cossío Díaz […] significó una refutación respecto a esta visión. […] El máximo ordenamiento jurídico del país tenía que ser, en cambio, un texto capaz de ordenar pacíficamente los fenómenos de la política, colocando en el centro los derechos de las personas y la organización democrática de los poderes. En vez de ser un libro al servicio del poder, la Constitución habría de convertirse en una norma capaz de limitar y dar cauce democrático al poder. El cambio jurídico […] no necesitaría por tanto de una revolución para producirse, mucho menos de la exclusión de los vencidos, sino de un proceso capaz de incluir a todas las partes alrededor de un pacto destinado a asegurar la coexistencia pacífica de las y los diferentes. […] mientras para el Presidente la Constitución es un campo de batalla, para Cossío es una norma jurídica que tiene como propósito civilizar las furias de la política. El pleito que el Presidente trae contra el ex ministro merece ser leído, no a partir de descalificaciones meramente personales, sino del contraste entre dos visiones políticas diametralmente opuestas a propósito de la utilidad del texto constitucional. López Obrador ha venido perfilando en su discurso la posibilidad de una cirugía mayor a la Constitución mexicana para que responda, sin contradicciones, a la versión de los valores y los principios de la mayoría triunfadora que él representa. […] En cambio, Cossío pertenece a una generación de juristas que no contemplan a la Constitución como el resultado de una guerra entre facciones, sino como el pacto que permite a vencedores y vencidos —calidad que en democracia nunca es definitiva— una convivencia política sin aspiraciones aniquilantes.»