LA AMENAZA PERMANENTE A LA INDEPENDENCIA DE PODERES

Luis Fernando Mack

“La división de poderes debilita al Estado” Luisa Estela Morales (Ex presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela).

Un aspecto central de especial consideración en la teoría institucional es la forma en que cada sociedad se protege de los abusos y arbitrariedades que se derivan de la concentración del poder en un actor: la imagen del tristemente famoso monarca francés, Luis IV, apodado el “Rey Sol”, quién dejó un rastro de grandiosidad, pero también de abusos y derroches legendarios, es el mejor ejemplo de la tentación permanente de ejercer el poder de forma despótica a la que todo pueblo le debe temer: la sed por ejercer el control de las instituciones sin límites o cortapisas. Lamentablemente, parece que el mundo moderno, lejos de aprender de los errores del pasado, sigue anclado en la fascinación que siempre han ejercido esas figuras caudillistas sedientas de poder, para quienes cualquier control u oposición es un defecto terrible.

Debido a que Latinoamérica siempre ha sido una tierra fértil de figuras caudillistas sedientas de poder, el tema de como promover un sistema adecuado de división y control es un tema fundamental que en muchos países aún es tema de debates y propuestas de reforma: hay demasiados ejemplos en nuestros países de la forma arbitraria, desproporcionada y desigual con la que los gobernantes de nuestros países ejercen el poder, dejando un legado de injusticias, paradojas y de daños incalculables a las posibilidades reales que tenemos como sociedades para encontrar la ruta que nos lleve a superar de forma efectiva, tantos males que hemos heredado.

En Guatemala, la tendencia de muchos actores de intentar anular el sistema de control y división del poder es una tendencia ampliamente conocida: en la memoria de muchos guatemaltecos, la fascinación que nuestra sociedad tenía a la figura de Álvaro Arzú Irigoyen aún es ampliamente recordada, al punto que para muchos, Arzú es “Rey Sol” chapín, a quien por su condición de caudillo, se le permitían ciertas libertades: por ejemplo, de él se decía que robaba, pero hacia obra, en una retorcida forma de pensar que siempre ha favorecido el aparecimiento de esos personajes carismáticos y autocráticos que ven el sistema de pesos y contrapesos como un grave defecto de nuestros diseños constitucionales.

En la teoría democrática, sin embargo, encontrar un adecuado sistema que permita un ejercicio más racional y colegiado del poder, siempre ha sido elusivo. En el camino, dos principales problemas: el primero: una vez que se crea un vigilante del poder, ¿quién controla al vigilante? Las acusaciones de abuso por parte de la Corte de Constitucionalidad en Guatemala demuestran que una vez erigido el sistema de control, es imposible evitar que pueda desvirtuarse y cometer excesos. El segundo problema es igualmente perverso: una vez establecido el sistema de control, el riesgo de conflicto permanente y parálisis del poder es una posibilidad, tal como ocurrió en Honduras en el 2009, y más recientemente, en Bolivia del 2019.

Encontrar un sistema de pesos y contrapesos que favorezca la gobernabilidad, que garantice el ejercicio compartido y equilibrado del poder y que evite la confrontación entre los poderes, por lo tanto, es un aspecto central del buen desarrollo de cualquier sociedad contemporánea. Ese equilibrio, sin embargo, empieza por desarrollar un verdadero compromiso de los actores políticos de construir una verdadera visión de nación que favorezca el aparecimiento de la solidaridad como un aspecto fundadamente del sistema: la idea de que el otro diverso de la sociedad no es el enemigo al que hay que derrotar y excluir de los beneficios de la acción del Estado, sino la de un semejante que aunque no sea mi amigo o aliado, es un ser humano digno de mi respeto, mi solidaridad y mi mayor consideración.

Hoy más que nunca, necesitamos un pacto fundacional solidario y respetuoso de la diversidad social, política, económica y étnica de este hermoso país, de manera que construyamos de forma conjunta un nuevo sistema político en el que todos nos veamos reflejados. Mientras eso no ocurra, la lucha por el control de las instituciones seguirá por siempre, con lo que la violencia, la polarización y el conflicto, seguirán siendo el pan nuestro de cada día.