INDEPENDENCIA, VUELTA EN REDONDO

Oswaldo Samayoa

Inicio citando a Severo Martínez “Ni la independencia ni la reforma (se refiere a 1871) rompieron aquella estructura. Y ello se entiende sin dificultad: los grupos sociales que respectivamente tomaron el poder en ambos momentos -los criollos y los terratenientes medios en crecimiento- lo tomaron precisamente para beneficiarse con la estructura colonial, no para transformarla. Los cambios introducidos por esos grupos hallan pronta explicación histórica si se los estudia en función de los beneficios que en ambos casos se quería obtener de la vieja estructura.”

Sobre el trabajo forzado de los pueblos indígenas, sobre la apropiación de territorios y las concesiones de grandes extensiones de bienes naturales, se tránsito de la reducción de pueblos a los enclaves bananeros, desde Tiquisate hasta Izabal.

Cito ahora a Guzmán Böckler “La época liberal se extendió de 1871 hasta 1944. Manuel Estrada Cabrera (personaje central de la novela El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias) gobernó durante 22 años y Jorge Ubico, 14. Los extremos de villanía a que ambos llegaron y los vergonzosos ejemplos de servilismo que los rodearon, crearon el ambiente sórdido que habría de envolver a las generaciones que los siguieron y que son las actuales.”

Habrá que llegar a identificar la necesidad de hacer un cambio, de devolver nuestros bienes a los nuestros, de lograr un camino democrático que rompa con el colonialismo.

Con Juan José Arévalo “Había yo expresado muchas veces el pensamiento de que la Revolución debía asentarse en nuevas leyes para que no dependiera del humor de los hombres. Democracia legalista deseábamos nosotros, para salir definitivamente, así fuera en el curso de varios años, del personalismo, del caudillismo, del temperamentalismo, del paternalismo. Y la Juventud que ocupaba las curules estaba empapada en la misma opinión.”

Los avances institucionales del Estado guatemalteco durante los diez años de la revolución son invaluables, de tal profundidad y extremo, que hoy me atrevo a afirmar que los supuestos “liberacionistas”, sí, los del 54, no son más que un grupo de voraces corruptos que se comen a pedazos, todavía hoy, los logros de la revolución.

Ralph Lee Woodward enseñará en su Breve Historia de Guatemala “Un Estatuto Político decretado al siguiente día reemplazo la constitución de 1945, legalizando el gobierno de Castillo Armas… A pesar de que Arbenz y sus allegados pudieron salir del país, el nuevo gobierno acorraló y mató a cientos de personas, como presagio de las políticas brutales de los sucesivos gobiernos militares de los siguientes treinta años, cuando según organizaciones de derechos humanos más de 100,000 civiles murieron en manos de los escuadrones paramilitares del gobierno… En poco tiempo, las viejas élites liberales -los dueños de plantaciones y otros terratenientes, así como los capitalistas extranjeros y sus subsidiarias- regresaron al poder, protegidos por regímenes militares… En políticas económicas los gobiernos militares de las próximas tres décadas pusieron de regreso en Guatemala las directrices que habían guiado a los liberales de 1871…”

Serrano y su autogolpe, De León Carpio y un paso con pocos logros, hasta los Acuerdos de Paz en un gobierno con una clara intención económica que concreta con las privatizaciones de los servicios básicos estatales. El entrañamiento de la corrupción y la impunidad.

En este post conflicto, con Edelberto Torres Rivas “También puede ocurrir que el peso de la tradición antidemocrática permita que se acentúen las funciones de dominación y de fuerza sobre aquellas de la participación e integración, que se perpetúe la orientación de castigar los conflictos sociales (…) otro elemento crítico es la inexistencia de actores políticos democráticos no vinculados al pasado autoritario”

Esta realidad, a puertas del bicentenario de una independencia que no lo es, que requiere de la construcción de Bien Común y de Derechos Humanos, de participación y consulta, pero, el gran Moyas dirá “…¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!…”