¿HASTA CUANDO CATILINA?

Luis F. Linares López

La frase de Cicerón para denunciar la conjura de un senador “¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, nuestra paciencia? Aplica perfectamente para lanzársela al “pacto de corruptos”.  Desde hace años, dando dos pasitos para adelante y uno para atrás, avanza de manera hasta ahora imparable en el reforzamiento de un sistema de corrupción e impunidad, para entronizar un Estado mafioso. 

Dividida la opinión pública con relación a las actividades de la CICIG y de la fiscal Telma Aldana; desmantelada la CICIG y avanzando en la captura o neutralización de las instituciones clave para el control de la administración pública y la aplicación de la justicia, el pacto de corruptos está en un permanente ejercicio de tanteo.  El penúltimo episodio de esta trama grotesca fue la aprobación del presupuesto.  Ante el unánime rechazo ciudadano dan marcha atrás, el presidente ofrece evaluar cambios en el gabinete, especialmente de dos de sus más cuestionados ministros, los de Gobernación y Comunicaciones, y cuando las aguas se calman, los ratifica sin el mínimo rubor.  Luego anuncia una “entente cordiale” con el vicepresidente Castillo y a las pocas semanas se le margina nuevamente de las decisiones, con la finalidad de desesperarlo y forzarlo a renunciar.

En un artículo para “Crónica” en diciembre pasado, dijimos que Giammattei era un cautivo del pacto de corruptos.  Se aludía a los compromisos que lo atan a la cleptocracia que domina el Congreso y somete al sistema de justicia. Pero en sentido estricto el gobernante no es un cautivo. Es parte del pacto.  Es un elemento clave, a partir de la forma cómo conduce al Organismo Ejecutivo y cómo se comportan, él y la bancada de Vamos, con respecto a las decisiones en el Legislativo.   No es una víctima.  Es un beneficiario de un pacto cada vez más atrevido y cínico.  El último episodio es el caso del juez Moto.  Una nueva demostración de que, al igual que su antecesor Morales, ya no importan las formas, llevando a un impresentable al más alto tribunal del país.   

Se sienten empoderados y seguros que con la próxima ola de protestas, cuando nuevamente se rebalse el vaso, será cosa de aguantar un momento (como el boxeador que se enconcha en su esquina); de recibir el apoyo indirecto de los preocupados por una sacrosanta institucionalidad (aunque al paso que lleva se convertirá más temprano que tarde en un instrumento del crimen organizado); y de dar nuevamente un paso para atrás, desistiendo o modificando alguna medida, para nuevamente tomar impulso.  

Me parece que Giammattei vaya a cambiar.  Seguirá embarcado en el pacto de corruptos, disfrutando del ejercicio del poder, a la espera de otros cuatro años de impunidad al incorporarse al Parlacen. No parece que incluso una fuerte reacción ciudadana sea suficiente para cambiar el rumbo de este gobierno.  Lamentablemente será necesaria, una fuerte y sostenida presión del gobierno de Estados Unidos.  Gracias a Trump se fortaleció el pacto de corruptos.  Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.