EL INGENIO CHAPÍN Y LA AUSENCIA DEL ESTADO

Luis Fernando Mack

“Existe poca confianza en el Estado; la incapacidad o la falta de deseo por atender las necesidades de la población y la corrupción son las razones que impulsan su falta de confianza” (CIEN, 2006)

Recientemente escuché en la radio el relato de un amigo arquitecto, a quien hace un tiempo le ha dado por contar sus experiencias de vida, y aunque muchos de sus anécdotas están repletos de momentos jocosos y pintorescos, la último de sus narraciones me dejó mucho que pensar. En ese episodio de su vida, mi amigo nos compartía la experiencia que había tenido al visitar un asentamiento de los que hay muchos en ciudad de Guatemala, ya que su trabajo era verificar el estado de las viviendas del lugar, para contribuir al proceso de mitigación del riesgo en el proceso de legalización de los terrenos. En una de sus visitas a los pobladores, encontró con sorpresa un terreno en donde el espacio estaba ocupado por la carrocería de un camión, un estrecho lugar en donde se apiñaban los muebles y enseres de 8 habitantes. En la larga experiencia de mi amigo, jamás había encontrado tal nivel de hacinamiento, aunque también reconocía las ganas que tenía la familia por salir adelante, aún en medio de tales condiciones adversas.

Ese relato me recordó que hace unos años, trabajé en un proyecto de cooperación internacional que utilizaba el concepto de resiliencia como eje central de su trabajo: mi papel en ese entonces fue el de intentar comprender el concepto, para intentar comprender los aspectos relevantes que explicarían la diferencia entre una persona que, habiendo sufrido un gran problema o dificultad, tiene la capacidad de enfrentar su adversidad, y transformar su entorno de forma consistente y sistemática. Lamentablemente, pese a que hay una abundante literatura al respecto, en mi opinión, el concepto es se ha convertido más en un fetiche conveniente para conseguir fondos, más que en un concepto operativo para producir cambios e impulsar proyectos.

En el referido estudio, el estudio concluyó que aunque muchos guatemaltecos tienen todas las características que la literatura denomina “resiliencia”, en la práctica, el gran obstáculo sigue siendo la marcada ausencia del Estado como estructura que facilite, encauce y refuerce los esfuerzos ciudadanos: en el ejemplo de nuestro amigo arquitecto, el ingenio y las ganas por salir adelante chocan con la realidad circundante, ya que aunque las acciones mitigan las condiciones, no las transforman para nada. La marcada inoperancia de las instituciones públicas, así como la indiferencia generalizada de los altos funcionarios, a quienes realmente no les importa mejorar las condiciones de sus ciudadanos, condena a muchos guatemaltecos ingeniosos y trabajadores a estar condenados a simplemente mitigar la adversidad, jamás superarla. 

Por eso, mientras oía el relato, mi mente repasaba muchas escenas cotidianas que he presenciado en esta ciudad: los esfuerzos de tantas personas que en el día a día, se esfuerzan desde actividades informales, para enfrentar la adversidad y minimizar la falta de oportunidades generalizada que padece esta sociedad, y aunque muchas veces entregan todo en sus labores cotidianas, al final del día han obtenido pírricos beneficios que únicamente les alcanzan para mantenerse, en medio de la precariedad. 

Muchos guatemaltecos han aprendido que poco o nada pueden esperar de ese Estado Ausente y de esos funcionarios indiferentes, por lo que enfocan sus energías no en exigir un funcionamiento eficiente y mejor trato del Estado, sino en encontrar alternativas sociales a tales deficiencias. Los mercados barriales y cantonales son el perfecto ejemplo del ingenio chapín, lugares donde se pueden encontrar muchos bienes y servicios a precios muy accesibles, gracias a una variedad de estrategias que muchas veces, operan a espaldas del mismo Estado: abundan las mercaderías de contrabando, y en esos lugares, a nadie le importa exigir factura o  verificar la autenticidad de las mercancías. 

Moraleja: en países como Guatemala, el Estado no sólo es ausente e ineficiente, es también percibido como un mal para nada necesario: muchos ciudadanos han aprendido a sobrevivir, evadiendo, enfrentando o simplemente, ignorando a las inoperantes instituciones estatales.