EL INACABADO DEBATE SOBRE LA DEMOCRACIA

“La calidad de la democracia, a pesar de su popularidad, no goza de un consenso elemental respecto a su definición” (Camila Vollenweider y Bárbara Ester).

En los días previos, una noticia recorrió el continente americano: la arrasadora victoria en primera vuelta de Luis Arce, el candidato opositor del Movimiento al Socialismo (MAS). La lectura inicial del triunfo indiscutible del MAS solamente reforzó las dudas sobre la forma en que se manejó la crisis política en el 2019, cuando el ahora derrotado partido en el gobierno argumentaba la amenaza autoritaria como justificación a la caída del entonces presidente, Evo Morales.

La noticia no pasó desapercibida en Guatemala: para unos, el triunfo podía verse como una gran victoria de la democracia en Bolivia; para otros, era simplemente la consolidación de los efectos perversos del populismo, definición que los analistas de derecha usan como sinónimo de uno de los males más arraigados en Latinoamérica: la compra de votos a cambio de prebendas: “El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica; porque lo que busca es esa multiplicación de miseria para seguir recibiendo un voto a través de cualquier objeto material que en ese momento la gente necesita” (Gloria Álvarez).

Lamentablemente, la democracia puede ser uno de los campos analíticos más complejos, confusos y difíciles de abordar; por eso, una misma noticia -en este caso, la victoria del MAS en Bolivia-, es leída por los analistas de izquierda y de derecha de forma tan disímil: por eso, es indispensable establecer un horizonte analístico mínimo que permita identificar la verdadera democracia de cualquier otro régimen autoritario.

Según la clásica definición de Norberto Bobbio, la primera premisa que identifica a la democracia es la celebración de elecciones como condición indispensable, pero no suficiente. Leonardo Morlino ahonda más sobre los requisitos para medir la calidad de la democracia en termino de tres conceptos: procedimiento (elecciones), Contenido (libertad), resultado (igualdad). Oscar Oslak argumenta estos mismas categorías en términos de pactos: El primero es el fundacional, el segundo es de dominación, y el tercero es de distribución.

La democracia procedimental se alcanza mediante varios mecanismos: rendición de cuentas al ciudadano, el respeto a la ley, y la celebración de elecciones justas y competitivas que garanticen realmente la alternancia pacifica del poder. La Bolivia de Evo Morales había fallado en este aspecto, debido a la insistencia del presidente de postularse, aún en contra de la ley y de sus propios simpatizantes. Es el pacto de fundación del sistema, que se mantiene si y solo si, los actores aceptan las reglas del juego, y la aceptación de tales reglas dependen de que exista la posibilidad de una alternancia real.

El contenido de la democracia se alcanza mediante el respeto irrestricto a las libertades y derechos del ciudadano: cuando existen regímenes que intentan acallar por la fuerza a los opositores, tal como ocurre en Nicaragua, o cuando existen regímenes que intentan intervenir de forma excesiva en los mecanismos del mercado -lo que los teóricos libertarios llaman “mercantilismo”, existe una falla de contenido. En términos de Oslak, este sería el pacto de dominación: la obediencia del ciudadano a las reglas vigentes, pero también de las autoridades, evitando los abusos del poder que provienen de la eliminación del sistema de pesos y contrapesos de la democracia.

El resultado de la democracia se alcanza cuando se garantizan al ciudadano más vulnerable y excluido, la posibilidad de que la institucionalidad del Estado le brinde los insumos y recursos necesarios para vivir dignamente: es el pacto de distribución que habla Oslak.

Desde este marco mínimo para analizar lo sucedido en Bolivia, la virtud del triunfo de Luis Arce es doble: Bolivia fue gobernado desde el 2019 por los más férreos opositores políticos del MAS, por lo que no puede argumentarse fallos procedimentales; por eso, es entendible que el principal candidato opositor, Carlos Meza, haya reconocido el indiscutible triunfo del MAS. Finalmente, la victoria puede verse como el mejor termómetro para demostrar que pese a los fallos del Expresidente Evo Morales, la ciudadanía le ha dado su respaldo irrestricto al proyecto político encarnado por el MAS, al menos, por los próximos 5 años.