EL BALANCE DEL PRIMER AÑO DE GIAMMATTEI

Luis Fernando Mack

“Las contradicciones del señor presidente anuncian, lamentablemente, un gobierno errático. Con énfasis en el grito, la aspereza y la violencia institucional” (Gazeta).

Este mes se cumple el primer año de gobierno del actual presidente Alejandro Giammattei, y la discusión pública se ha centrado en torno a la evaluación de la gestión del actual gobierno. Al respecto, los analistas se han dividido en dos grandes bandos: los que se han convertido en acérrimos críticos de la gestión gubernamental, y aquellos que piensan que aún debemos darle el beneficio de la duda, debido a la crisis sanitaria debido a la emergencia de la pandemia por COVID 19, situación que afectó por igual a todos los países del mundo. Este último grupo de analistas piensan que no debemos ser intransigentes, y que en estos momentos el gobierno necesita menos críticos y más apoyo.

Mi perspectiva está mas cercana al primer grupo de analistas. Concuerdo, claro está, que la pandemia agravó las condiciones de entrada, situación que era impensable y poco predecible. Sin embargo, a Giammattei hay que juzgarlo no solo por lo que ha hecho o dejado de hacer, sino por lo que el mismo se comprometió a hacer durante su campaña electoral, y en el periodo posterior a su victoria en los meses previos a la toma de posesión. Igualmente, debe ser juzgado por lo que se comprometió a hacer en su primer discurso de toma de posesión, el 14 de enero del año pasado.

Una de sus primeras promesas fue la de unidad, que está lejos de materializar: el 4 de agosto del 2019, en el cierre de campaña en segunda vuelta, Giammattei dijo: “Ya no soñemos más. Nos hemos pasado años soñando, pero con el apoyo de ustedes vamos a cambiar Guatemala. O nos unimos o nos hundimos». Sin embargo, lejos de llegar con un espíritu conciliador y democrático, muy pronto mostro su faceta mas conocida: la de la intransigencia y la imposición. No son pocos los episodios de enfrentamiento que ha protagonizado el actual mandatario, en la que se ha caracterizado por burlarse atacar repetidamente a sus críticos, intentando verse como la víctima de una gran conspiración, muy en la línea del presidente Trump en Estados Unidos.

El 14 de enero, prometió que los corruptos iban a tener sus días contados; sin embargo, no dudo ni un segundo en crear una institución gubernamental innecesaria para que su presunta pareja tuviera un rolo protagónico en su administración, siguiendo las viejas practicas nepotistas y autoritarias del pasado. De la misma forma, no dudo en beneficiar a uno de sus aliados políticos con dirección de las pocas instituciones técnicas que aún permanecían intactas: el INSIVUMEH, debilitando una impecable larga trayectoria institucional. De la misma forma, la forma sigilosa con la que se negoció el presupuesto nacional, y en la que defendió lo indefendible, demuestran ese carácter impredecible y poco transparente que caracteriza la gestión del actual presidente guatemalteco.

Por si no fuera poco, Giammattei es el responsable de una tendencia poco recomendable de intimidación y violencia institucional que es poco rescatable: las amenazas contra los periodistas Sonny Figueroa y Marvin Del Cid no solo son condenables, sino demuestran una faceta dictatorial que fue igualmente demostrada en los violentos incidentes que se produjeron el 21 de noviembre recién pasado, acción que hasta la fecha no ha significado la destitución del ministro de Gobernación, Gendri Reyes. En este punto hay que recordar que ni el cuestionado presidente Morales se había atrevido a ejercer represión contra los manifestantes, tal como lo hizo el actual mandatario Giammattei.

Por supuesto, el presidente Giammattei no es el responsable de la debilidad institucional del Estado, ni de las difíciles condiciones políticas que debió enfrentar al inicio de su gobierno, ni de los muchos problemas acumulados por décadas de ineficiencia gubernamental; sin embargo, si es el responsable directo de no promover las condiciones adecuadas para sentar las bases de consenso y transformación que Guatemala demanda con urgencia. Sin ir muy lejos, los desastres ocasionados por los huracanes Eta y Iota demostraron la necesidad de un plan integral para reducir la vulnerabilidad a desastres que padece tanto Guatemala; sin embargo, el actual presidente no ha demostrado el liderazgo necesario para trascender de su zona de confort, para liderar una estrategia nacional para enfrentar tantos desafíos que debemos enfrentar en el futuro inmediato.