Dos queridos amigos que se adelantan

Luis F. Linares López

Pido la comprensión de los amables lectores y las bellas lectoras – como solían decir los galantes articulistas de antaño – de EPICENTRO GT para dejar de lado cuestiones de cada día más acuciante de la realidad nacional, para recordar a dos queridísimos amigos, compañeros de aulas del Liceo Guatemala con quienes, al igual que con la mayoría de integrantes de nuestra Promoción de 1966, forjamos una sólida amistad a los largo de casi 60 años. Nos graduamos 108, pero incluso muchos que por una u otra razón no concluyeron en el Liceo, se sentían parte de la Promoción, participando en nuestras numerosas actividades.

El 22 de marzo, cuando recién iniciaban las restricciones de movilidad y reunión, falleció Carlos René Luna Calderón, víctima de una fulminante enfermedad. Charly Moon, como era ampliamente conocido, ingresó a primero básico del Liceo, proveniente del Americano.  Destacó como un extraordinario futbolista, tanto en las competencias colegiales como en el equipo Torino, sostenido por el gran promotor del fut juvenil que fue Tito Figueroa.  Charly fue integrante de la selección de tercer curso que ganó por primera vez el campeonato del Liceo, compitiendo contra los “grandes” de los cuartos y quintos. Se mantuvo ligado al deporte y en los últimos años fue miembro de la directiva del Antigua FC.  Entre los integrantes de la Promoción Charly fue de los más queridos y de los que mantuvieron vínculos con el mayor número de compañeros.  Siempre solidario y dispuesto a servir.  Le sobreviven sus hijos Jimena y Juan Carlos “Tato”. A sus nietos Andrés y Felipe dedicaba cualquier tiempo que  tuviera disponible.

El 20 de julio falleció, después de un grave y rápido padecimiento, Oscar Enrique Penagos Zamora, a quien cariñosamente decíamos “Chinito”, a quien conocí cuando ingresé en quinto de Primaria. En el colegio no destacó tanto en el deporte, aunque estaba entre los futbolistas de buen nivel, pero fue un diestro jugador de billar, afición que lo llevó incluso a montar un salón en el centro de la ciudad, para dar oportunidad a los jóvenes de vivir algo parecido al legendario “Jardín de Italia”, de la sexta avenida. A los pocos años de salir del colegio se inició en la visita médica y fue ascendiendo en varias empresas, hasta llegar a gerente de Ventas de una importante multinacional farmacéutica. Todos en la promoción coincidimos en que la característica más notoria del “Chinito” era su sonrisa. Sonrisa que era la manifestación de una extraordinaria bondad.  También siempre solidario y un  gran ejemplo para sus hijos y nietos.  De su primer matrimonio le sobreviven cuatro varones: Oscar, Juan Carlos, Paulo César y Luis Pedro.  “Tato” Luna, Luis Pedro y mi hijo Luis Felipe también coincidieron en las aulas del Liceo Guatemala. 

Para familiares y amigos el dolor que causaron sus partidas se acrecentó por la imposibilidad de acompañarlos a la última morada.  Pero estamos seguros que se encuentran allá en la Casa del Señor, reunidos con los numerosos compañeros que se nos han adelantado.  En estos casos siempre me vienen a la memoria las maravillosas Coplas que Jorge Manrique escribió a la muerte de su padre.  Una de ellas dice: “Este mundo es el camino, para el otro que es morada sin pesar.  Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos, así que cuando morimos descansamos”.  Que en paz descansen mis queridos amigos.