CASI 100 AÑOS DE SOLEDAD

Oswaldo Samayoa

«Lo esencial es no perder la orientación» manifestó con optimismo José Arcadio Buendía en la novela de García Márquez, cien años de soledad, cuando él con sus hombres avanzaban como sonámbulos por un universo de pesadumbre y agobiados por un sofocante olor de sangre. «Cuando despertaron, ya con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeados de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español.»

Bien parece que el pueblo contramarea, ha transitado durante el siglo XX con pesadumbre y agobiado por el olor de sangre, bañado de sueños criollos de exclusión y superioridad, que han construido la Guatemala de hoy, en donde aquel galeón español sobrevive polvoriento en la mente de conservadores y liberales, de los cuales hemos intentado reír desde la chalana de Asturias.

Pero esos cien años del siglo XX en donde hemos gastado al menos 33 en dictadura, 36 en conflicto armado interno, 20 en romances y traiciones de los unionistas de las década de 1920 y de las privatizaciones de la década de 1990, más 6 de los supuestos “liberacionistas”; nos dejan al menos 11 años en donde la sociedad guatemalteca ha logrado cimentar sus avances.

Estos años de intentar pasar de un estado monoestructurado (una sola estructura y por tanto una sola escala de valores) a un estado poliestructurado que incluyen básicamente «la cultura, la vida social, la vida económica, el gobierno y el éjercito»[1] en donde se puede dar vida a la pluralidad de pueblos y su interacción intercultural. Esto sucede en el periodo de revolución de 1944 a 1954 que deja en esencia institucionalidad de utilidad al desarrollo individual y social.

Hemos, por supuesto, transitado hacía un mundo globalizado, en donde la poliestructura estatal demanda de distintas intensidad para el abordaje de los problemas, pero también es cierto que vivimos estancados en la exclusión.

Con el aparente fin de aquella monoestructura en 1996, en lugar de transitar hacia las necesidades contemporáneas atendiendo los problemas que nos amarran, transitamos sí a un poliestructura, pero de poderes fácticos que capturan la economía y la vida social, se sirven del gobierno, que también lo vuelven corrupto, y del ejército. Sin embargo, al parecer la población en su transitar sonámbulo despertó por un momento para descubrir que vive en un sistema de corrupción e impunidad, demandando de alguna manera la necesidad de cambios político-estructurales, los cuales no sucederán de la noche a la mañana, apenas empiezan y, en este arranque, las cortes por ejemplo están siendo nuevamente cooptadas por las luchas entre mafias poliestructurales, también José Arcadio Buendía dijo en algún momento «nunca llegaremos a ninguna parte».

Enfrentamos de nuevo la política corrupta y la cooptación de los sistemas de justicia. Seguimos transitando en un mapa levantado a la ligera y exagerado en sus límites, en donde 135 millones se desaparecen de un ministerio y nadie hace nada por detener la corrupción. Estamos a las puertas de cien años más de independencia criolla y corrupta, casi cien años de soledad. Pero al observar esos momentos históricos detalladamente puedo afirmar que «lo esencial es no perder la orientación» y que debemos destinar a construir un futuro distinto rompiendo la poliestructura fáctica por una fundada en el bien común, la dignidad y los derechos.


[1] Díaz Rozzoto, Jaime. El arevalismo o el pensamiento político pequeño-burgues. En Biagni, Hugo; Díaz, Jaime. Juan José Arévalo. Filosofo, educador y estadista. Ediciones académicas, USAC. Guatemala. 2019.