BEATIFICACIÓN DE LOS MÁRTIRES DE QUICHÉ

Luis Fernando Mack

“El cristiano no puede desentenderse de la realidad en que vive ni mucho menos encerrarse en un individualismo egoísta cerrado a las grandes necesidades de sus pueblos y comunidades” (Conferencia Episcopal de Guatemala)

El viernes 23 de abril pasará a la historia de Guatemala como un día para recordar, debido a que se beatifican 10 mártires del Quiché: tres sacerdotes españoles José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso de la congregación del Sagrado Corazón de Jesús, y los laicos Rosalío Benito, Reyes Us, Domingo del Barrio, Nicolás Castro, Tomás Ramírez, Miguel Tiú y Juan Barrera, un niño de apenas 12 años. Todos ellos tuvieron la oportunidad de demostrar su compromiso y entrega a la causa por la que creían, al negarse a ser intimidados por las amenazas, el odio y la violencia circundante.

Por supuesto, la historia de estos 10 hombres heroicos podría ser contada en clave de descalificación, de odio y deseo de venganza, tan común en nuestro medio; todo lo contrario, la Iglesia diocesana lo está presentando como una oportunidad para el perdón, la reconciliación y la búsqueda de mejores caminos para construir la paz. En palabras de Monseñor Rosolino Bianchetti, obispo de la diócesis de Quiché: 

“Nadie se vengó porque le mataron a su familiar, a su padre o a su amigo, o porque les quemaron sus propias casas. Ningún testimonio de venganza. Pero hay mucho sufrimiento guardado y heridas abiertas “.

Por supuesto, no debe ser vista como la paz del olvido y la tolerancia a la injusticia: hoy más que nunca, el testimonio de los mártires del quiché nos debe alertar de que aún hoy, a casi 40 años de los asesinatos, su trabajo debe ser continuado. Muchas comunidades del Quiché y de tantos otros departamentos de Guatemala, aún sufren por la falta de oportunidades de desarrollo, por la discriminación y la violencia simbólica que les niega su condición de seres humanos, dotados de derechos y dignidad.

De hecho, el “pecado” de los ahora declarados beatos fue simplemente trabajar activamente para contribuir al desarrollo espiritual y material de sus comunidades; su compromiso, sin embargo, fue visto como una amenaza para quienes querían mantener a las comunidades en la ignorancia y la pobreza, como una forma de mantener el orden político vigente: se sabe perfectamente que el trabajo de educación y concientización no es bien visto por quienes apuestan por la pobreza y la ignorancia para facilitar las condiciones de dominación.

Para los familiares, amigos y vecinos de los beatos, el acto de beatificación es una oportunidad de oro para reivindicar la memoria de los mártires, alentando con ello la necesidad de fortalecer el trabajo por el cual perdieron la vida. En ese sentido, es un momento teñido de nostalgia y dolor, pero también de alegría y esperanza: quienes los asesinaron, jamás imaginaron que lejos de destruir su legado, lo fortalecieron. De ahora en adelante, la memoria de los mártires del Quiché seguirá alentando el compromiso y la entrega, en busca de un sueño que se llama construir una Guatemala mejor, donde todas y todos tengamos cabida.

La Conferencia Episcopal lo expresa claramente al finalizar su mensaje:

“Dios ha estado grande con nosotros porque en medio de la violencia incontrolable de aquellos terribles años, brilló la luz, la esperanza, y hoy se cosechan frutos de fidelidad y santidad por su testimonio”.