AMANECIMOS AL SIGLO XX

Luis F. Linares López

La madrugada del 20 de octubre de 1944 comenzó el final de una larga noche de dictaduras.  Fuera de una fugaz mañana democrática derivada de la lucha unionista contra la dictadura cabrerista, en los primeros 44 años del siglo XX Guatemala vivió una prolongada noche que la congeló en el siglo XIX.  De esos 44 años, 36 corresponden a dos sangrientas dictaduras, que impidieron el ejercicio de las libertades más elementales, imponiendo una feroz represión y un abyecto servilismo.

Algunos minimizan el significado e impacto del amanecer que significó el 20 de Octubre, mofándose de las conquistas de la Revolución, que eran parte de la vida cotidiana de las sociedades democráticas de mitad del siglo, pero inalcanzables para los guatemaltecos.

Las libertades de opinión y de prensa, de asociación, de trabajo, de empresa, incluso los derechos de propiedad eran inexistentes o podían ser conculcados a capricho del sátrapa de turno. Con alrededor de 2.5 millones de habitantes, en 1944 la educación pública en primaria y secundaria atendía a menos de 68 mil estudiantes; el jornal para el corte de café era de Q0.15 diarios, el salario mensual de un maestro rural de Q7 y el promedio de los empleados públicos era de Q38, mientras Ubico aceptó de la Asamblea Legislativa un obsequio de Q200 mil por los servicios prestados a la Patria.  La red de carreteras solamente tenía 20 km asfaltados, que llevaban al chalet presidencial en Amatitlán.

El amanecer democrático permitió que los derechos civiles y políticos fueron ampliamente ejercidos, la oposición política pudo expresarse (dos de los tres alcaldes de la capital electos entre 1945 y 1954 fueron de oposición); por primera vez en la vida republicana hubo separación de poderes; se eliminó el trabajo forzoso que afectaba mayoritariamente a los indígenas; el Código de Trabajo y la seguridad social provocaron un cambio significativo en la calidad del empleo, suprimiendo el trabajo forzoso; se dio un gran impulso a la educación primaria y secundaria; se desarrolló la red de carreteras asfaltadas; se dignificó a la mujer, con el derecho del voto y suprimiendo la práctica de despedir a las maestras que contraían nupcias; los trabajadores ejercieron el derecho de formar sindicatos y de promover sus intereses. La reforma agraria – aplicada exitosamente como reconoció la misma embajada de los Estados Unidos – buscó impulsar la creación de una clase media campesina, en forma parecida las que impulsó Estados Unidos en Corea del Sur y Japón.

Todo lo anterior no niega la existencia de sombras y graves fallas, como los ataques a la oposición política, incluso dispersando las manifestaciones con fuerzas de choque; la destitución de tres magistrados de la Corte Suprema que admitieron un recurso de amparo contra la reforma agraria; la muerte nunca esclarecida del coronel Francisco Javier Arana.  Pero en el balance el ejercicio del poder por la Junta Revolucionaria y los presidentes Arévalo y Arbenz es positivo.  Guatemala logró entrar al siglo XX y la contrarrevolución agravó los males que nos siguen aquejando, que nos mantienen como una de las tres o cuatro sociedades más atrasadas de América Latina.